Por Néstor A. Giraldo - Colombia
En el mundo de los toros siempre se han presentado pugnas, vetos y pleitos entre toreros, ganaderos y empresarios.
Recordemos en el año de 1949 la bofetada de Raúl Ochoa “Rovira” a Luis Miguel Dominguín en la feria de Lima o la pugna entre José María Manzanares y Vicente Ruiz “El Soro” en Valencia el 12 de mayo de 1985 tras hacer el primero un quite por chicuelinas a un toro de “El Soro” llegando a los golpes, o el pleito también por un quite entre Paco Camino y Manuel Benítez “El Cordobés” el 1º de mayo de 1965 en Aranjuez.
Estos tres casos nada más para no mencionar los pleitos entre Bombita y Machaquito; los vetos a Antonio Bienvenida en 1953 por parte de Antonio Ordoñez, Rafael Ortega, Jumillano, Pedrés y Antoñete por pedir Bienvenida la integridad de los pitones de los toros.
Pues bien, estas desavenencias profesionales aún no se superan y en la actualidad también se registran con protagonistas de primer nivel que afectan de cierto modo la construcción y desarrollo eficaz de los carteles para las ferias.
En una época en la que la actividad taurina está tan denostada, no son convenientes las rencillas y disputas entre los profesionales que alimentan con sus encuentros pugnaces a los sectarios partidarios anti taurinos.
Hoy más que nunca debemos unir fuerzas para derrotar maquinarias politiqueras malévolas que quieren acabar con proyectos prohibicionistas, la actividad taurina.
Empresas, toreros, ganaderos, aficionados y prensa especializada, tenemos la obligación de defender la fiesta apartándonos de vanidades y arrogancias, aportando todo lo que sea necesario y positivo en bien del sector taurino sin condicionamientos ni restricciones.
Tantas exigencias y pretensiones de los actores e intérpretes del ejercicio taurino, al único que afecta es a quien sostiene el espectáculo con sus recursos y que hoy por hoy al ser de tan alto costo, los escenarios no copan sus tendidos.
Para el 2024, se insta comedidamente al sector taurino a la reflexión, entendimiento, comprensión y consideración con un espectáculo prolijo, que pende por lo menos para Colombia de un hilo, por culpa en parte de los mismos taurinos.