Con todos mis respetos para `Guantoro’, a mí me hace daño el anglicismo.
Los tenemos hasta en la sopa -los anglicismos-, pero jamás imaginé que llegarían a los toros, a la fiesta brava. Comulgo mal con eso de que los vocablos ingleses se utilicen para todo, teniendo, como tenemos, un idioma que alcanza tantos o más países en el mundo que el inglés y que, además, es mucho más rico en su vocabulario.
Por si fuera poco, el otro día un veterano aficionado me pregunto si habían cambiado de ‘cadena’ las retransmisiones taurinas que el veía por ‘mundotoro’. Había oído que iba a ser otra que no sabía bien cómo se llamaba. Preguntaba, también, si tenía que pagar de nuevo y se quejaba de que ahora que ya se había acostumbrado y que sus hijos le habían puesto en orden el televisor nuevo que había comprado, tuviera que empezar todo de nuevo.
Lamentablemente tenía cierta razón, aunque en este caso la culpa era de la pronunciación del inglés que, como les pasa a tantos otros, él ignoraba. Y es que resulta hasta discriminatorio dirigirse a la clientela, mayoritariamente de habla hispana, para diciéndoles algo no entiendan nada.
Salvo que quieran que el lenguaje taurino se ‘modernice’ y tengamos que llamar al paseíllo ‘walkway’ y al muletazo ‘crutch’. Todo se andará, pero dudo mucho que se puedan conseguir más aficionados de esa manera. Sería de lamentar que los anglicismos invadieran el mundo de los toros y su rico lenguaje, despojándole de uno de nuestros mayores patrimonios.
Por favor llámenle Onetoro como lo leería cualquier paisano manchego o andaluz y blindemos, al menos esto, el mundo de los toros de la invasión inglesa.
Una vez dicho esto, es justo reconocer que lo que comenzó siendo un proyecto en el que pocos creían, va desarrollándose con normalidad, con realizaciones como estábamos acostumbrados y ya son tan habituales en nuestros hogares como si fueran de la familia. Además, con un precio para los abonados mejor que el anterior con Movistar. Unos euros ahorrados siempre son bienvenidos.
Cuatro meses después su camino es ya una realidad y, unos más y otros menos, nos hemos ido acostumbrando a los cambios técnicos, incluso a las voces de sus comentaristas. No trato aquí ni de justificar ni de enjuiciar su labor, me limito a constatar solamente lo evidente.
En lo referente a que los festejos sean mejores o peores ya sabemos que eso es como los melones, hasta que no se abren nunca se sabe cómo saldrán.
Lo dicho, evitemos que la influencia del inglés contamine nuestra fiesta, aunque haya empezado solo por el nombre del emisor, siempre hay un principio. Me toca las narices que rebajemos tanto nuestro idioma español, a veces hasta humillarle, y cuanto más lo hagamos más tendremos que rebajarnos. En los toros NO, por favor.