En la primera novillada de la feria acabamos fríos con la terna y, además, pasamos frío.
Bajó la asistencia, aunque la empresa nos diga que hubo tanta gente como el pasado sábado y tres mil más que el domingo. Contarán por las entradas vendidas en los abonos, ya que la asistencia resultó ser mucho menor.
Muchos se quedaron en casa, además de repartir las entradas entre amigos y conocidos del barrio, lo que supuso una plaza desorientada en muchos de los momentos vividos en la tarde.
Venían tres de los novilleros más destacados o conocidos por sus éxitos en provincias, lo que, de entrada, no garantiza que pasen el examen de Madrid. Y no lo pasaron.
El encierro de Montealto, mansito y blando, no puso muchos impedimentos, incluso colaboraron para que el resultado pudiera haber sido otro, pero no pudieron o no supieron los jóvenes espadas dar con las teclas que llevan al éxito en Las Ventas. El viento, eso sí, molestó en demasía a los toreros, contribuyendo a esa falta de remate en sus trasteos.
No les faltó a la terna las ganas de hacer cosas toda la tarde, su afán juvenil por entregarse en pisar el acelerador que les condujera al triunfo, pero una cosa es querer y otra es poder o, sencillamente, acertar con el camino adecuado para conseguirlo.
La terna de hoy: Romero, Navalón y Bastos
Destacó Samuel Navalón por encima de sus compañeros y lo hizo en el primero de su lote con una faena de más a menos, terminada a base de voluntad, pero como si estuviera en una plaza de tercera. Le faltó unidad y le sobró desparpajo para cambiar de registro si creía que le convenía. Así, de ese modo, ejecutó alguna serie a derechas con cierto orden para a continuación buscar el aplauso a base de morisquetas.
Destacó, sí, pero no convenció, al menos a todos, y mucho menos a los aficionados conspicuos que terminaron afeándole ese cambio de registro en pos de un triunfo pueblerino.
El presidente negó la oreja que seguramente pidieron la mayoría, poniéndose del lado de quienes afearon el procedimiento y el deficiente espadazo con el que acabó con el novillo. Los convencidos le obligaron a dar una vuelta al ruedo.
A Diego Bastos no se le apreció su origen sevillano y naufragó en sus dos oponentes. El valenciano Nek Romero pareció salir a por todas a base de valor y entrega, pero finalmente le faltó orden, se amontonó demasiado queriendo hacer todo y olvidándose de la plaza en la que estaba.
A los novilleros se les supone que tienen ganas y valor, pero luego han de compaginar la actitud con la aptitud para que sus actuaciones no sean unas montoneras de buenas intenciones. Para poder alcanzar triunfos a diario en otras plazas con ese ‘motor’ les vale, pero la cátedra es otra cosa, aunque esté repleta de gentes que han llegado a los tendidos gracias a las invitaciones de los abonados.