Día grande del Santo Patrón y quinto festejo de la feria. Y si hay quien dice que no hay quinto malo… no se refiere a este festejo.
Frustración es lo que ha habido en los casi llenos aposentos de Las Ventas. La tarde, fría en lo climatológico, fue parecida también en lo presenciado por los aficionados, muchos fueron ataviados de gala, chulapos y chulapas, que fueron lo único que dio color a la tarde.
Esas sonrisas de estas guapas chulapas fueron lo mejor de la tarde
Los toros de El Parralejo, venían precedidos de justa fama para ofrecer una buena corrida, pero los seis cinqueños como que no estuvieron por la labor de levantar la tarde. Salió el primero, luego el segundo, más tarde el tercero… vamos a ver si la segunda parte mejora su juego… salió el cuarto, el quinto y, por fin, el sexto y todos parecieron estar hermanados en no ofrecer nada con sus descastadas y sosas embestidas. Lo mejor del sexto es que con él los espectadores se irían a casa en busca del calor del hogar.
Trapío había, cornamentas también, pero faltaba el fuelle, la raza, como para poder crear emociones en los tendidos. Eran las 20:30 de la tarde cuando se vivió el primer momento emotivo y ello fue gracias a Perera al comenzar de hinojos pasarse el toro por detrás. Poco más duró la parte emotiva de la sórdida tarde.
Digamos que ni el técnico Perera, que goza de gran oficio, y sus habilidades para hacer embestir a los toros, la pasión de Paco Ureña para entregarse en pos de la verdad en los cites, ni la juventud y el ánimo que se supone del confirmado Alejandro Fermín, pudieron levantar la sosería de los cinqueños que salieron hoy por los chiqueros.
Por apuntar, hemos de recordar algún natural de Perera en su primero, un trincherazo de Ureña, que hizo que casi se viniera arriba la gente, y una trincherilla de Fermín para cerrar su faena al último de la corrida. No me digan que no es poco.
Pero si malos fueron los toros, por las pocas opciones que dieron a sus matadores, estos matadores se olvidaron de serlo con dignidad. Todos ellos atizaron unos bajonazos a los toros, que si bien no habían colaborado, no merecían esa falta de respeto y falta de profesionalidad de sus oponentes.
En el caso del nuevo en esta plaza, es que se mostró como que esa es su forma de entrar a matar en todos los encuentros, buscando descaradamente los bajos. A Perera y Ureña podemos acusarles de haber dejado las espadas en los mismos bajos alevosamente, pero sus entradas no se vieron tan claras como a Fermín. Al mal uso de los aceros hemos de añadirles, para mal, el aburrimiento con muchos avisos por ponerse pesados en sus trasteos.
Poco ha dado la tarde para escribir, salvo dejar reseñado que el encierro de El Parralejo fue un Petardejo, mientras que sus matadores, con los estoques se marcharon muy lejos. Puede que rime mucho o poco, pero es la cruda realidad.
¿No sería que trajeron una bueyada para San Isidro? Así nos fue.