Por Jorge Eduardo - México
El diputado Gaviño echó mano del pasado como argumento en el marco de una penosa sesión de mal trabajo legislativo que reafirmó las derrotas recientes de Jesús Sesma.
Para el antitaurino cualquier argumento fuera de contexto es arrojadizo contra la fiesta brava, una actividad con arraigo cultural y sentimental en México. En su contra, no hay referencia al pasado válida para sustentar la tradición que defendemos, pero en su favor sí se pueden mentar cosas que poco tienen que ver con nuestra realidad.
Traer a cuento episodios del pasado para justificar por sí mismos algo del presente no supera ningún análisis crítico, lo mismo para los dos bandos. Esos procedimientos, a diferencia del toreo, sí que provienen del medioevo, del Antiguo Régimen, de la sociedad confesional de las vidas de santos y los ejemplos morales de cara al juicio final.
El concepto que se utiliza en la disciplina histórica para nombrar este tipo de argumentación es Historia magistra vitae. Historia como maestra de vida y su estudio como compendio de grandes acontecimientos de las personalidades merecedoras de veneración, listos para utilizarlos como modelos para actuar en el presente.
Aquello estaba bien en una sociedad religiosa, en la que todos compartían el mismo destino: ser juzgados por el creador en el juicio final, la verdad revelada y asumida por las instituciones. Como no había a dónde ir, más valía atenerse a los ejemplos de quienes ya estaban en presencia de Dios: los santos, imitarlos y ser como ellos.
Esta forma de explicarse el mundo entro en crisis desde finales del siglo XVIII y se adoptó un nuevo paradigma operante hasta la fecha: el mundo se explica por el establecimiento de relaciones de causalidad racionales, puestas en contexto con otros fenómenos complejos cuyos estudiosos se mantienen en constante diálogo.
Antes que ayudarnos a fijar el rumbo definitivo de la sociedad, este nuevo paradigma ha planteado nuevos desafíos ante la pérdida de una verdad predefinida y solo nos queda aceptar cada vez más la valía en la humanidad de los grupos que la conforman, para malhaya sea la suerte de los que aún desean borrar a lo distinto.
En consecuencia, hoy las vidas de santos, además de su utilidad como fuentes para la ciencia, solo servirán de guía y ejemplo para quien así lo decida de acuerdo a sus creencias. Los Analectas de Confucio podrán iluminar el fuero interno de algún político, pero no determinar las decisiones de estado de un gobierno.
Jorge Gaviño, diputado local por el PRD, es el autor de la propuesta legislativa que pretende prohibir las corridas de toros en la capital. Ya lo intentó en otra legislatura sin éxito. El antes mayoritario partido del sol azteca hoy forma parte de la alianza opositora y solo tiene cuatro diputados.
Entre sus argumentos en la mesa de trabajo mencionó que estamos “en un proceso histórico” y que eventualmente alguna legislatura le dará la razón. No obstante, su conciencia de vivir en un proceso, el diputado trajo al debate dos estampitas del pasado: las de Benito Juárez García y Bernardo Gaviño y Rueda.
Este fue un torero gaditano que desembarcó en México en 1835 y se erigió cacique de su especialidad, el toreo a pie, hasta su muerte en 1886. No era el único, el toreo entonces no era un espectáculo formal en México, sino una sucesión de técnicas y entretenimientos variopintos, y muchas regiones del país contaban con caciques taurinos que ahuyentaban a la competencia. Las incursiones de espadas españoles fueron a cuentagotas hasta 1887.
El diputado asegura que su parentesco con Gaviño, el de los corridos y las crónicas, lo llevaron a ser “seguramente el que sabe más de historia del toreo en esta sala”, que conserva enseres del diestro, y por alguna razón ello le confiere autoridad para hablar del tema en tono oprobioso, estigmatizador y respaldando la agresividad de los energúmenos invitados por Sesma a la sede del Congreso.
Una tarea típica en las escuelas de México, causa de la aversión de nuestros niños por la Historia y a la vez argumento de Jorge Gaviño
Siguió la mención de Benito Juárez. “Las corridas ya se han prohibido antes en la ciudad de México” sin ningún desastre de por medio, según Gaviño. “Si prohibimos las corridas, estaremos haciendo lo que Benito Juárez”. Sin otro argumento, bastó el sahumerio al ídolo, su estampita y seguir su ejemplo para justificar decisiones perjudiciales para la ciudadanía.
Si el diputado estuviera tan consciente como asegura de vivir inmerso en procesos de transformación a lo largo del tiempo, comprendería que las condiciones de 1867 no tienen parangón con las de la prohibición que pretende ahora, por un montón de razones, incluyendo las específicas del espectáculo taurino.
En 1867 la industrialización anglosajona, aquella de las enormes fortunas y causa de los movimientos obreros, no había iniciado en un México sometido por la guerra y los contrastes ideológicos. La consecuencia más acusada de este proceso es la producción de mercancías y el flujo económico en ambientes urbanos caracterizados por la hacinación de pobladores que antes vivían en el campo. Es decir, en la producción hecha en fábricas ubicadas en ciudades.
Esta realidad exigió nuevas actividades físicas y formas de pasar el tiempo. Las diferentes sociedades del mundo crearon sus pasatiempos, que se convirtieron en industrias de entretenimiento mercantilizado basado en pagar por entrar a un foro a ver a profesionales desempeñarse, con la característica de ser más masivas que las diversiones que ya existían. Estas expresiones son parte de la riqueza y del patrimonio cultural de la humanidad.
En el último cuarto del siglo XIX, los Estados Unidos dotaron sus ciudades de campos de beisbol y los británicos de futbol. Los españoles tenían plazas de obra en sus ciudades desde el siglo XVIII y un tratado de teoría y reglas del toreo a pie. El colorido espectáculo que prohibió Juárez y del que participaba Bernardo Gaviño aún no tenía esta sofisticación y estaba aislado del toreo en España.
Fue hasta 1887 cuando se reinstauraron las corridas en la capital y a partir de 1890 aproximadamente que se impuso el toreo a la española con todas las reglas y usanzas de entonces. Los toreros mexicanos comenzaron a tomar la alternativa y los ganaderos a importar simiente de casta para formar la cabaña brava mexicana.
No podemos hablar de cría especializada de ganado bravo y de hectáreas de campo mexicano dedicadas a las corridas de toros hasta entonces. La invaluable riqueza genética del toro mexicano data de la década de 1900, cuando el encaste Saltillo llegó a Tlaxcala, Zacatecas y el Estado de México.
Desde entonces se ha recrudecido el giro de las actividades industriales hacia una producción en masa abrumadora y métodos de extracción de materias primas cada vez más agresivos para el ambiente, incluyendo los de crianza de animales. La cría de toros bravos, en cambio, es prácticamente igual que la de hace 120 años.
El 85% de la quema de combustiblesfósiles en la historia se ha producido desde 1945. Las emisiones provocadas por todas las industrias de producción automatizada dependientes de combustibles son la razón principal de la emergencia climática que padecemos. Algunas consecuencias han sido la reducción drástica de los ecosistemas por la explotación indiscriminada de recursos y la presión permanente sobre los restantes.
Cualquier actividad sostenible es un baluarte en la lucha contra la catástrofe. El ganado bravo se cría en terrenos abiertos en los que cumplen con los servicios ambientales amparados en el artículo 4º de la Constitución, junto con otras especies endémicas de cada región que se conservan en estos ambientes dedicados a las reses semi silvestres. Económicamente, estos espacios en equilibrio dependen de las corridas de toros.
La sostenibilidad de la práctica radica en que una porción minúscula del ganado de cada unidad productiva estará dedicada para la lidia y posterior consumo humano. Hablábamos la vez anteriorde que 123 vacas de vientre producen camadas de menos de 20 machos destinados a la plaza, proporciones que se repiten en las 257 ganaderías repartidas en el país. Los 2500 toros lidiados son menos del 1% de los sacrificados en México.
La razón de este sistema de crianza es que, luego de los seis toros sacrificados en la plaza, se necesitarán otros seis para más corridas. De retirarse el sustento económico de las ganaderías, los toros desaparecerán y estas se adaptarán para otras actividades o se abandonarán. Bien podríamos preguntarnos si debemos respaldar este modo de crianza, o preferimos deshacernos de las reses por miles sabiendo que ya no harán falta más.
Además de los perjuicios contra el medio ambiente y la biodiversidad de México, el ninguneo a los derechos culturales y a la existencia de nuestra comunidad que pretenden impresentables como el diputado Jesús Sesma es indignante. El tejido social que hemos construido desde 1887 presta servicios sociales irremplazables, como los de cualquier comunidad o grupo social que se pretenda desplazar de nuestra ciudad “de vanguardia”.
Por todas estas razones, el pensamiento de Gaviño, que pretende que estar contra los toros hoy está igual de bien que en 1867 es antihistórico. Niega los cambios y continuidades en el tiempo y refuerza la idea del conocimiento histórico como acumulación de datos anecdóticos. El diputado reafirma que leer mucho sin pensamiento crítico y metodológico no ayuda a entender ni explicar nada, por muchos datos que conozca.
Peor aún, por su ahistoricismo no entiende que el daño que provocaría su iniciativa hoy es incomparable con el que pudiera causar en 1867, cuando las reses que no se lidiaron ni se criaban de forma especializada, ni tenían un papel positivo en una emergencia climática que no existía y podían convertirse en bueyes y seguir siendo productivas.
Sin ese trasfondo, hablar de las hazañas de Juárez en pleno debate equivale a sacar una estampita de aquellas azules de papelería y rezarle con incienso y cirio pascual. Basta de estas actitudes ramplonas, máxime en las instituciones de un Estado que se supone pluricultural y que bien podría dar el salto a considerarse plurinacional. No basta tal cosa para invisibilizar, silenciar y pasar por encima del otro, quien es o piensa distinto a mí.
Qué ironía, un vicecoordinador de oposición replica la actitud que han criticado mordazmente. Basta de recargarse en el pasado, hay que responsabilizarse de las consecuencias de lo que se propone hoy. Basta de buscar absolución en el futuro apelando a estar “del lado correcto de la historia”. No, están del lado represivo y autoritario del presente.
Entrada en #LaSuerteSuprema: https://lasuertesuprema.art.blog/2022/06/20/el-pensamiento-antihistorico-de-jorge-gavino-el-antitaurino/
Posdata: el diputado se aventó la puntada de decir que hasta escribió un prólogo de un libro de toros, pero que se alejó tras un cambió durante su juventud. El libro que prologó, del doctor Francisco Coello, se editó en 2012. ¿Será que la vida madura de un hombre de 64 años con una sólida trayectoria dura apenas diez años?
Posdata 2: Bernardo Gaviño no tomó la alternativa en España, ni está comprobada la noticia de que le diera la alternativa a Ponciano Díaz como dijo el diputado. Ponciano tomó la alternativa el 17 de octubre de 1889 en Madrid de manos de Frascuelo.