Por Jean-Charles Olvera - España
Incomprensible regreso esta tarde de una corrida del Puerto de San Lorenzo tras los dos estrepitosos fracasos de esta ganadería en el último San Isidro y en las temporadas pasadas en esta plaza.
El lote de la tarde salió como de costumbre, desrazado y descastado, manso, querencioso, sin codicia y poca movilidad, menos el sexto que tuvo media embestida y que permitió un breve lucimiento de Tomás Rufo. Que las figuras y otros toreros pidan o sigan pidiendo estos Puertos, sean de San Lorenzo o de La Ventana, es todo un misterio.
El nuevo fracaso ganadero que estaba cantado desembocó en la casi nada, para desesperación del público y de los aficionados que cubrían los tendidos, pero sin conseguir llenarles.
También estaba cantado que Manzanares, como siempre impecable de presencia, no alzase su toreo y divida las gradas, entre seguidores entusiastas y reproches legítimos de los exigentes por un toreo sistemáticamente por fuera, lo justo para irritar Madrid. Pasó nuevamente desapercibido, pero para qué esforzarse si de todos modos que lo haga bien o mal no sirve para nada, pues sabemos ya que tendremos que soportarle otras tres tardes en este coso la próxima temporada. Putrefacto sistema.
Al menos vimos a Román dar distancia... eso que tanto gusta en Madrid
Cantado estaba también lo de Román. Un torero bondadoso que rompió líneas en su primer toro, segundo de la tarde, dándole distancia justa y exprimiendo hasta la última gota de la nobleza sosa del toro del Puerto. Tras saludar al tercio, su personal triunfo, recayó en un toreo más discreto por culpa de un toro casi parado.
Y lo del último de la terna, Tomás Rufo, cantado estaba también. Poco pudo el toledano protegido de las empresas, con el sobrero tercero bis de Juan Pedro Domecq, que fue el peor toro de la tarde, por si faltaba. Y se arrimó con el cierraplaza, esta vez el mejor de la tarde, con una faena protestada al único toro del Puerto que embistió tras recibir sus dos picotazos. Pero no convenció del todo. Una única tanda limpia de derechazos pudo callar las protestas.
La vuelta por su cuenta con fuerte división, tras media estocada y descabello, la dio como si estuviese en una plaza de segunda de provincia. Aún le queda mucho para pretender al estatus de figura. Como para que se lo piense y analice con calma este invierno el contenido de sus faenas de esta tarde y regrese más centrado.
Si salimos nuevamente cabizbajos de la plaza y sin cantar, también lo hacíamos con la esperanza puesta en la próxima corrida de mañana, del mano a mano entre Fernando Adrián y Borja Jiménez con los de Victoriano del Río. Si lo de hoy estaba cantado, sin lugar a duda, ojalá que lo de mañana no sea lo típico de la “corrida de expectación, corrida de decepción”. Pero esto será otro cuento y otra canción.