Por Jean-Charles Olvera - España
Pocas veces se oyeron rugir Las Ventas esta temporada como durante las dos faenas de Damián Castaño esta tarde.
El salmantino toreó con empaque, naturalidad, desmayo y una singular facilidad, tanto al tercero de Saltillo como al último de Valdellán. Lo hizo con un profundo sentimiento, innato, que rebosaba de una soberbia técnica, toreando de frente y a cuerpo limpio, cruzándose y presentando la muleta plana sin pico y sin retorcerse como tantos. Un torero ciertamente privilegiado estalló e hizo estallar nuevamente esta plaza. Sin lugar a dudas, el actual torero en forma con Borja Jiménez.
Con el Saltillo, inició directo por naturales tras ver durante el tercio de banderillas que el pitón derecho le había cerrado dos veces el paso a su subalterno francés, El Monteño, en su intento de plantar palitroques. Y como este peón, antiguo matador, es uno de los mejores del circuito, el diestro salmantino estaba prevenido y cuidó el buen pitón izquierdo, alcanzando series de alto nivel. De no haber pinchado tantas veces, hablaríamos hoy de un triunfo grande en sus dos toros y no de una vuelta tras aviso muy festejada con el Saltillo y un saludo al tercio tras aviso con el cierraplaza de Valdellán, el más ovacionado de la tarde que tuvo la suerte de enfrentarse a este inspirado torero.
Porque con el toro leonés, más alegre en su embestida, también consiguió el torero charro tocar el cielo de la gloria, con una gran faena, más variada, con el que nuevamente encontró de inmediato el sitio y la distancia, toreando con soltura y montera puesta con estilo añejo. Un torero de gran generosidad con el toro, consigo mismo y con los aficionados, con los cuales no duda en intercambiar durante la lidia. Está ahí abajo con toracos como otros están en sus jardines. Una naturalidad al límite de lo desconcertante, tal como le vimos la temporada pasada en este mismo ruedo o en la actual en San Agustín del Guadalix con los Dolores Aguirre en una hazaña que repitió la semana pasada en Bilbao. Y rozó nuevamente la puerta grande esta tarde tras haber tocado hueso con los aceros, sin que podamos decir que falló porque en esta suerte también fue derecho y respetando sus dos toros. Una pena.
Esas actuaciones eclipsaron las de Sánchez Vara, bien con el capote y más discreto y ventajista con la franela en ambos toros, y las de Rubén Pinar que aprovechó la noble y sosa embestida de su Saltillo en un trasteo discreto y a menos, concluido con gran estocada saludando al tercio, siendo silenciado tras faena protestada por un toreo a contra estilo con su Valdellán.
El desafío nunca aburrió. Los toros, de desiguales presentaciones y presencias (superior el ovacionado abreplaza de Saltillo de impecables hechuras), permitieron ver una entretenida tarde empañada por algunas feas varas, el colmo para este tipo de corrida que tendría en ese sentido que cuidarse más. Un tercio que justamente mima también especialmente Damián Castaño, un torero generoso y completo, pleno de arte y técnica.