Por Lázaro Echegaray - España
Almirante, toro número 47 de la ganadería de Murteira Grave, tiene desde hoy un sitio de honor tanto en la casa ganadera, como en la plaza de Azpeitia y en la mente de los aficionados del lugar.
Almirante, jugado en quinto lugar, fue indultado por el torero venezolano Jesús Enrique Colombo. Siempre que sucede un indulto, se crea una cierta polémica entre la afición: los que lo consideran adecuado y los que no. Hoy las cosas no fueron diferentes. Ya en el momento en que una parte del público empezó a airear pañuelos blancos en el tendido durante la lidia del animal, la polémica estaba servida. Almirante no había hecho nada excepcional hasta llegar a la muleta. Es más, incluso tuvo algunas cositas de manso como los arreones que dio en el peto del caballo, o el aire rebrincado que sacó en banderillas y que entorpecía un poco la calidad de sus arrancadas. Una vez que el venezolano lo citó con la flámula, el toro mostró que se había convertido en una máquina de embestir: la prontitud, la fijeza, la acometida constante… Aquello no se acababa nunca. Fue ahí, en esa parte de la lidia, donde aparecieron los pañuelos y empezó a sonar el runrún que terminó siendo una clamorosa solicitud de indulto. Un poco más tarde, Colombo paseaba por el redondel las dos orejas y el rabo simbólicos que se entrega a los matadores en estos casos.
Colombo sacó, en este toro como en el anterior, su torero bullicioso, presente en todos los tercios, muy jaleado en banderillas, aunque este tercio se le hace larguísimo, y en la muleta. Tuvo la delicadeza de querer lucir a sus toros, dejándolos, en la medida de lo posible, largos al caballo.
Colombo pasea los trofeos simbólicos con el ganadero y mayoral de Murteira
Fue bonita corrida en general la de Murteira. Bonita de láminas, bonita de encornaduras y bonitos comportamientos. Buen toro fue el que abrió plaza que correspondió a Clemente, que le cortó, pese a todo, una oreja. Pese a todo, decimos, porque el torero francés no terminó de encontrar el sitio ante sus dos oponentes. Siempre de perfil, muy despegado, se vio en la obligación de tener que buscar en otros terrenos el siguiente muletazo. Logró ligazón intermitente en el primero y, con una buena estocada, logró también pasear un apéndice. Jorge Martínez fue quien mostró mejor concepto del toreo, aunque hay que insistir en la diversidad de estilos y tauromaquias que se vieron. Las telas de este torero se mueven suaves, lentas, siempre bien lanzadas y su autor sabe componer la figura y ligar las series con estilo propio. Sufrió el desencaje de un brazo al entrar a matar a su primero: se retiró directamente a la enfermería para volver después al ruedo. Se encontró con otro de los buenos toros de la corrida, el sexto, quizás un poco pegado de más en el caballo. No lo toreó mal, falló con el acero.
Se cerró la que puede ser la mejor feria de la historia de la plaza, sin duda la mejor de la actual Comisión Taurina que lleva años y años dando ferias estupendas. Una feria que pese a ser de tercera ha sabido (y podido) conjugar, de forma más que digna, la presencia de toros y de toreros, incluidas las figuras. En el esportón de los triunfos queda: la salida de la terna (Morante, Luque, Ortega) a hombros el primer día de feria y la adecuada corrida de Loreto Charro; la faenas de Luque ante la complicada y exigente corrida de Ana Romero, y el indulto de Almirante de Murteira Grave para el cierre. Así, salieron a hombros el torero Colombo, el ganadero portugués Joaquín Murteira y el empresario de Azpeitia Joxin Iriarte La feria va in crescendo y puede consolidarse como una de las mejores, sino la mejor, feria de tercera categoría en el planeta de los toros. Enhorabuena por ello a todos los que lo han hecho posible.