Por Jean-Charles Olvera - España
Paco Ureña salvó en parte la corrida homenaje a Antoñete cortando una oreja al cierraplaza, toreando como pudo tras fractura de la clavícula izquierda.
De no haber puntuado así el de Lorca, hubiéramos hablado de otro fracaso ganadero, presenciado por otro lleno de un ‘no hay billetes’ (menos andanadas) post ferial.
Ese 6º, colorado ojo de perdiz, fue el único del lote de Jandilla que propuso movilidad con codicia. Ureña le dio distancia por la diestra, pero el toro cortaba el viaje avisándole una 1ª vez y propinándole después una fea voltereta tras un 2º derechazo de una nueva tanda. El diestro voló literalmente por los aires, cayendo brutalmente en la arena como si tuviera una conmoción cerebral. Fue llevado al callejón hacia la enfermería, pero el lorquino se levantó y regresó a la cara del toro, con toda la casta que le conocemos. No se sabe muy bien cómo pudo torear al astado por naturales, aunque fuesen ayudados, con una espalda tan dolorida. Pero este torero parece inmortal e indómito. Una entera perpendicular caída concluyó la lidia, el público vitoreando al héroe y pidiendo con fuerza una oreja, más por la emoción del dramatismo que por la razón, el torero obteniendo pocas soluciones a los problemas planteados por el Jandilla, si no fue tras regresar de la caída. No pudo pasear la oreja yéndose dolorido a la enfermería. Nada destacable le pudimos ver con el 3º, un Vegahermosa soso, manso y descastado.
Manzanares cumplió con un rajado y manso de gala que abría plaza, que casi le cogió tras un derechazo con ráfaga de viento, consiguiendo una única tanda final en el tercio del 9. Se fue inédito tras ver salir un Jandilla inválido sustituido por dos sobreros corraleros del Pilar, en un caos ganadero que acostumbramos más bien ver en fin de temporada cuando se limpian los corrales. El Pilar que quedó en pista blandeaba y Manzanares lo despidió con metisaca, pinchazo y entera contraria. Otra corrida del alicantino para el olvido.
Era la 4ª tarde de Alejandro Talavante esta temporada en Las Ventas, algo incomprensible si no fuese por ser torero de la casa. Solo destacó su portagayola al 2º, tras salida tarda e incierta del toro, y las verónicas que siguieron. Pero después solo multiplicó los pases, como otros los panes, pero con poco fondo, aunque su lote de Jandilla fuese el más noble de la tarde. Terminó por oír pitos de desagrado de un sector muy irritado por el curso nefasto del festejo.
Si no fuese por el último de la tarde y la gesta de Paco Ureña, lo más probable es que el homenaje a Antoñete hubiera sido pura anécdota. De hecho, si hablamos del homenaje en sí, apenas destacaron algunas fotos de Botán dejadas en los pasillos de la plaza entre la multitud y sólo vimos dos discretas lonas del cartel homenaje en las puertas del 3 y del 7. El obligado minuto de silencio se convirtió en segundos tras una irrespetuosa interrupción de un grito de ‘Viva España’ que por lo menos se hubiera oído mejor con un ‘Viva Chenel’. Por fin, deducimos que el brindis al cielo de Paco Ureña al 3º de Vegahermosa fue para el maestro Antoñete. Y nada más. Muy poco si se trata de organizar tal homenaje en memoria de un torero tan importante de Madrid.
Pues por nuestra parte y para honrar dicha memoria, fuimos a rendirle homenaje en la misma sala Antoñete de la plaza, viendo las exposiciones de pintura del gran pintor taurino mexicano Omar Chamé Jara y del excelente acuarelista castellonense Santiago Gil. Este último presentaba destacables y sentidos retratos realistas de grandes toreros como El Pana, Morante, José Tomas, Fernando Robleño y como no, varios del homenajeado Antoñete, que fueron especialmente pintados para esta corrida, rindiendo así un notable homenaje pictórico al torero del mechón blanco. Tanto Santiago Gil en esa sala Antoñete como Paco Ureña en el ruedo, que fue el de Antoñete, salvaron esta tarde, cada quien con su arte, la memoria del maestro Antonio Chenel 'Antoñete'.