Por Jean-Charles Olvera - España
Llegaron las figuras y con ellas los toros acomodados. Hoy tocaba un lote del Puerto de San Lorenzo que fue un verdadero petardo. El petardo de San Lorenzo.
El resultado “artístico” puede equivocar a los ausentes. Alejandro Talavante cortó una oreja del abreplaza y los dos otros contrincantes, Juan Ortega y Tomas Rufo, saludaron al tercio en la segunda parte de la corrida. Un balance así en Madrid equivaldría a la de una corrida interesante. Pero todo fue pura quimera e ilusión devaluada como lo fue esta plaza que pierde el norte cuando llega la flor y nata de la baraja taurina.
El lote del Puerto de San Lorenzo salió constantemente protestado, menos el cierraplaza, con kilos de sobra, con falta de trapío el quinto, y una invalidez general sospechosa, menos el sexto. Un lote descastado de una ganadería en plena decadencia, que aun así seguirá programada por los cínicos empresarios.
Salió el abreplaza parado en chiqueros como si estuviese enfermo, yéndose después al ralenti y codicia alguna donde lo citaban. Su mortecina embestida gustó a Alejandro Talavante que sin esforzarse, le toreó de salón, el toro de 611 kilos siendo un bobalicón sin ningún interés para la lidia. Talavante dio pases al insulso y desrazado borrego que fueron jaleados como si estuviéramos viendo la gran faena de David Galván de ayer, ahí donde veíamos una labor repetitiva y sin sabor por un pitón izquierdo que algunos calificaban de exquisito. Mató de entera desprendida perpendicular sin inmutarse. La petición de oreja, de la más ridícula presenciada en esta plaza, se convirtió en una orejita desvalorizada. El presidente Eutimio Carracedo Pastor apenas resistió unos segundos frente a la minoría gritona, exhibiendo un pañuelo blanco con cara de alivio, concediendo una oreja muy protestada. Un gesto que desprestigia Las Ventas de por sí y que descalifica un palco y un presidente miedoso y sin criterios, abroncado por un importante sector aficionado, y no sólo el tendido 7.
El cuarto toro era un inválido de cuartos traseros, muy protestado, y que aun así Talavante quiso torear ante constantes abucheos, abreviando con pinchazo y media atravesada.
El morbo que rodeaba Juan Ortega llenó la plaza, parte del público queriendo ver al “novio” como le gritó algún fanfarrón desde la sombra. Ahora que estos lo han visto por fin, ojalá que la próxima vez vengan a ver al torero por sí y no al que fue vedette pasajera invernal de la farándula.
Del torero, muy poco se puede hablar. Dejó desgastar al segundo toro en el peto, encelado ahí durante largos segundos. No hubo faena.
Con el impresentable quinto, boca abierta antes de las banderillas, el hispalense inició con relajo y facilidad en la cara del manso que por su condición se defendió lanzándole e hiriéndole con un puntazo. Regresó intentando sacarle de la querencia del 8, con final de faena a más, pero sin el sabor de faena grande tal como lo insinuaban reacciones fanáticas de vecinos de tendido. Un simple pinchazo hondo fue suficiente para tumbar al animal, Ortega saludando al tercio.
Tomas Rufo solo destacó con verónicas al tercero, un semi inválido que embestía medio muerto en la muleta inerte del toledano, silenciado tras bajonazo.
Se agradeció el esfuerzo que hizo Rufo con el gazapón cierraplaza, único que esbozó juego en la muleta pero que se rajaba constantemente tras el segundo pase hacia las tablas. Se escapó después, seguido por un insistente Rufo que le arrancó meritorios pases, acercándose paulatinamente este sexto de los chiqueros donde fue estoqueado con entera caída, saludando al tercio Tomas Rufo tras leve petición.