Por Jean-Charles Olvera - España
El novillero franco-español Tristán Barroso salió a hombros.
Así sucedió en la plaza portátil madrileña de Ajalvir en un ambiente de frío invernal para los nostálgicos de la tauromaquia de antaño.
Se anunciaba una interesante novillada con un cartel internacional programado por la empresa Loyjor tras 4 temporadas sin toros en este pueblo norteño de Madrid, con el francés Lalo de María, el franco-español Tristán Barroso, el mexicano Bruno Aloi y novillos de Guadalest que sustituían a los de Antonio Palla inicialmente anunciados.
Los de Guadalest pusieron interés notable con un lote de 3 novillos ovacionados (1, 2 y 5) y otros tres más ásperos y difíciles que pusieron tensión. Fue como revivir las antiguas novilladas de Valdemorillo, con una tauromaquia autentica, sincera y de pocos medios para valientes, en la cual los de abajo pelearon con contundencia como si fuese plaza de 1ª y los de arriba, aficionados también congelados en los tendidos de esta portátil rodeada de barro, se quedaron expectantes en sus localidades hasta la salida a hombros de Tristán Barroso.
Tristán Barroso feliz mostrando una de las orejas paseadas
Este último novillero era sin duda el menos esperado de la terna, pero consiguió salir a hombros como el indiscutible triunfador que fue (oreja y oreja tras aviso) con el mejor lote de la fría tarde. Gustó su toreo sin filtro, Barroso no dudando, con actitudes de matador confirmado y toreo completo con capa y franela. Grata sorpresa de este novillero madrileño formado inicialmente en la escuela taurina Adour Afición del retirado matador galo Richard Milian.
Lalo de María abría plaza con un noblote Guadalest que nunca rompió, acabando con sosería, y terminó con un complicado y desrazado 4º que le impidió desarrollar su toreo. Como siempre con este elegante novillero, importantes detalles de buen gusto como su quite por tafalleras al 1º de la tarde y un toreo clásico que le hizo saludar al 1º en seria actuación.
El mexicano Bruno Aloi tuvo el peor lote con el cual el resultado final (silencio tras aviso y silencio) no reflejó en nada el valor y la solvencia que le vimos. Pudo por lo menos parar y mandar al 3º con genio y también al querencioso y descompuesto cierraplaza que pegaba arreones. A verlo en otras condiciones.
Esta novillada fue la de 3 novilleros con oficio que se la jugaron con respeto a los aficionados que casi llenaban esta portátil, en una tauromaquia que tenía gratos aires del pasado, para los nostálgicos de antaño, cuando los toros en invierno se daban sin cubierta y con novilleros auténticos.