Por Jorge Eduardo - México
Los novilleros en Arroyo y los matadores en Cinco Villas mejoraron el color de ambas tardes.
El sábado en el coso tlalpense, se lidiaron cuatro novillos de La Antigua que resultaron unos mansos de libro. Huidizos, sin clase ninguna, buscando las tablas y con esa cierta guasa propia del descastamiento.
Jesús Sosa se llevó la peor parte con un abreplaza intratable con el que poco pudo hacer. Aunque tampoco es que el tlaxcalteca hiciera gala de recursos.
Con un novillo más emotivo, que mostraba más claramente el peligro en su embestida y que, cuando menos, era más fijo que el primero, Emiliano Osornio mostró su cabeza y oficio. El mexiquense puso quietud y verticalidad junto con los muletazos mandones por bajo con los que se hizo de la res. Mató de estocada y descabello para perder un trofeo.
Luis Ángel Garza, de Monterrey, intentó el toreo en redondo con firmeza y aplomo. A pesar de los calamocheos de la res, los procedimientos del chaval tuvieron cierto éxito. Hacia el final de la faena hilvanó algunas tandas con la gente emocionada por la faena. Mal con la espada, tampoco pudo tocar pelo.
Cerró plaza César Ruiz, novillero que desata pasiones. Además de buenos lances, el hidrocálido desmayó los vuelos de la muleta en derechazos que hubieran sido de escándalo de no sosear tanto la res. No obstante, al carismático torero lo acechan los detalles extravagantes y banales que pueden extraviar su tauromaquia.
Al día siguiente en Cinco Villas, los primorosos toros de José Julián Llaguno estuvieron a nada de darle la puntilla a la corrida de fiestas patrias.
Para salvar a la tarde del atolladero estuvo José Mauricio. Qué asolerada actuación, qué bien se ha añejado el concepto del capitalino. Con ese valor sereno que dió regusto saborear en sendas faenas de dominio y poder frente a dos marmolillos que nada valían.
El abreplaza, con algo más de movilidad pero muy soso, tenía ese peligro sordo que no se transmite al tendido. Con base en porfiar fue que Mauricio pudo pegar derechazos sueltos de buena factura y algún natural. Mató de estocada y el juez se guardó correctamente el pañuelo.
Buen momento de José Mauricio
Con el cuarto fue la cosa a más. Mauricio expuso con sentido y maestría frente a un toro mucho más parado y con el que se paladeaba un posible percance de un momento a otro. Cuando Mauricio intentó aliviarse, lo parado del toro le obligó a dar el paso adelante y ahí, metido en las tablas, metió en la muleta a cornúpeta y a los diletantes que miraban emocionados. Otra buena estocada redituó, ahora sí, en un orejón de peso.
Tampoco Héctor Gutiérrez iba a permitir que su cartel en esta plaza viniera a menos. Con el segundo de la tarde estuvo desenvuelto y dando muestra del sitio tremendo que tiene, haciéndose en el último tercio de un toro que esperó horrores durante las banderillas. Mató de estocada baja para perder algún premio.
El precioso quinto no tuvo tela de dónde cortar. Lastimado de una mano, se echó sin remedio y Gutiérrez lo despenó con eficacia.
El hidrocálido regaló a un toro muy feo de San Pablo, que hizo cosas de corraleado pero acabó viniendo a más en la muleta de Héctor. La faena, basada en derechazos y en dosantinas, entusiasmó a una concurrencia ya bastante enfiestada. La buena estocada valió que Gutiérrez cortara la segunda oreja de la tarde.
Miguel Aguilar pechó con el peor lote. Dos mansos con peligro con los que el hidrocálido tuvo que defenderse más que mostrarse taurinamente.
En cuanto a las cuadrillas, el sábado tuvieron actuaciones discretas. Mientras tanto, el domingo destacó Erik Morales picando al cuarto y con los palitroques Fernando García hijo, Christian Sánchez y Diego Martínez.
Así, nuestras ganas de ver toros se estrellaron con dos mansadas terribles. Menos mal que contamos con toreros en muy buen momento, lo mismo experimentados que en ciernes.
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