Por Jorge Eduardo - México
Con arte y torería, Miguel Reyes "El Biafra" se impuso a la actualidad de los toreros mexicanos.
Y es que, hoy por hoy, la Feria de San Marcos está a todo vapor. La maquinaria más poderosa de la tauromaquia en México está desplegada en Aguascalientes, tratando de ofrecer un producto trascendente pero que no pasa de rimbombante, para desgracia de la tauromaquia.
El viernes ya muy noche nos enteramos de un indulto que algunos trataron de hacer pasar por un gran triunfo. En todo caso, no pasó de una nota discreta que de ningún modo cimbró mediáticamente ni siquiera al ámbito de los aficionados taurinos cabales.
En esta época de inmediatez de la información en forma de material audiovisual, algunos testimonios logran superar el secretismo de la casa Bailleres y su costumbre de dar toros en petit comité, de forma que, con trabajos, pero al final nos encontramos en crudo con lo acontecido en el albero hidrocálido.
Difícilmente podrían confirmarse nuestros temores de forma más cabal. Una faena sobre pies, en la que el toreo en redondo sustituye a la ligazón como el eje, ora por delante y ora por detrás. En fin, que antes que una gran obra nos encontramos con una colección de muletazos de dudoso gusto y un premio que deja un sabor de boca más de exageración que de gran acontecimiento.
Pensando en esto nos fuimos a dormir y despertamos pensando en irnos a La Florecita. El coso sateluco acogió un festival el sábado 29 de abril. El motivo fue homenajear a José Murillo Alvírez, fallecido ganadero de San Felipe Torres Mochas (de donde procedieron los novillos) y recaudar fondos para la fundación COI que trabaja con niños con cáncer.
Ahí abrió plaza un viejo personaje de la tauromaquia mexicana. Un matador en el retiro que, a estas alturas, era una incógnita. Era Miguel Reyes, otrora "Niño de Biafra" y desde hace mucho "El Biafra" a secas. Si antes nos quedamos pensando en una heterodoxia desprovista del sabor de lo bueno del toreo de siempre, al día siguiente saboreamos las mieles del signo contrario.
Lo primero que quedó atrás fue la duda al respecto de su estado físico. Ágil, fuerte y torero, quizás echando un poco de menos el sitio pero no el oficio, El Biafra se acomodó a la verónica deletreando el lance con las manos un poco altas.
El de San Felipe Torres Mochas, un poquito suelto y no muy sobrado de poder, acudió a los envites del veterano capitalino, quien cuajó una solidísima faena por el pitón derecho.
El Biafra hizo el toreo como debe ser
Dio gusto recordar que el toreo en México ha tenido una sólida trayectoria basada en los cánones fundamentales del arte. Dio gusto ver la quietud, la solidez en los botines del rojo traje corto, la economía absoluta de movimientos, apenas lo necesario para reponer e hilvanar de nuevo el círculo mágico del muletazo. Uno tras otro engarzados, con empaque, con temple, con largueza, ¡Con arte!
El colmo de la firmeza fue pasarse al novillo por la espalda de una forma elegante, sin aspavientos, como quién está en la sala de su casa, con harto desparpajo y valor seco y sereno. Por naturales la faena no alcanzó la misma hondura, pero sí siguió la línea de emoción que había conseguido de antemano.
Con la espada, antes que complicaciones, El Biafra cuajó un estoconazo hasta las cintas en el mero hoyo de las agujas conseguido mediante el más entregado volapié que se haya visto en la tarde.
Reyes no es un hombre alto, por lo que solo tiene de una sopa: debe tirarse con todo el corazón sin remedio. Así cayeron dos orejas para él, un premio justo para una pieza torera tan lograda, tan emocionante y tan renovadora de nuestra fe en la tauromaquia.
Es decir, lo de El Biafra no fue una faena del recuerdo ni un episodio nostálgico. Lo de Miguel Reyes en La Florecita fue una auténtica master class para propios y extraños, un heraldo que ilumina el camino que puede reverdecer la grandeza de nuestra mancillada tauromaquia mexicana y aportar a su conservación para las generaciones venideras. En cambio, lo venido de otros frentes preocupa más de lo que entusiasma.
Completaron el cartel Israel Téllez, que cortó una oreja luego de gran estocada; Fermín Rivera que va reapareciendo luego de algunos meses (y se nota), José Mauricio que cortó otras dos orejas sin el calado de las del Biafra, José Sainz que pudo mostrar su elegancia tremenda por momentos y el aficionado práctico Juan Carlos Alvírez que se acomodó por momentos con la mano derecha.
No olvide que los taurinos también participan. ¿Ya conoció a su representante en el Congreso Local de la CDMX? ¿Ya ubicó su centro de atención ciudadana, su correo o su número de teléfono? Comuníquese con ella o con él. El tiempo apremia.
Galería de fotos en #LaSuerteSuprema: https://lasuertesuprema.art.blog/2023/05/01/lo-del-biafra-en-la-florecita-fue-una-master-class/