Por Jean-Charles Olvera - España
Plaza 1 le debe mucho a Curro Díaz. De no haber puesto el listón tan alto desde su primer toro de Las Ramblas y más aún con el segundo del Tajo, ¿de qué hablaríamos hoy?
¿Hablaríamos de esa faena incandescente y telúrica que hizo el inspirado linarense? ¿Hablaríamos de su planta torera, de su firmeza rara, tanto en su paso hacia el toro como en sus pases cruzados frente al toro, con ese mando y esa mano izquierda privilegiada?
De no haber iluminado el ruedo el linarense, hubiéramos evocado sin dudas esa injusta ausencia en San Isidro, peor ahora, que se tramó secretamente en las oscuras oficinas de la empresa.
Estaríamos también hablando de la incongruencia que resultó ser ese desfile de toros de 5 ganaderías, evocado aquí mismo, como si el campo bravo español no tuviese camada completa para lidiar una corrida integral y homogénea para Madrid, que es lo mínimo que se les piden a los empresarios. Esa pasarela parecía más bien la de un desecho de ganado que otra cosa, con el resultado final de otra moruchada venteña, salvo el cuarto del Tajo.
Hablando de detalles, de esos donde se esconde el diablo del refrán, ¿alguien podría explicarnos el lio visto con las divisas? El primer toro salió con la divisa roja y blanca de Enrique Martín Arranz pero era anunciado del Tajo (divisa morada y granate) y aunque este taurino esté vinculado a la ganadería del Tajo, lo bueno sería respetar como mínimo a las divisas de cada ganadería. Y qué decir del primer sobrero (3º bis) de la ganadería de Martín Lorca (verde, morada y blanca) que salió con divisa verde, azul y blanca. El segundo sobrero (3º tris) de Escribano Martín (otro Martín…, esto parecía más a un desafío de 'Martínes' que otra cosa) salió tranquilamente sin divisa como si les importara un bledo. Observaciones que dañan la imagen de profesionalidad que debería tener esta plaza.
Sorprende de hecho tan poca seriedad también a la hora de presentar una corrida como la que vimos, con estos medios toros lejos de la idiosincrasia madrileña. El que quiera ver ese medio toro que sale sin protestas en Valencia, Sevilla, Arles o Nimes, que vaya a esos cosos pero que no imponga este ganado que enfada al aficionado madrileño ya cabreado.
Cada plaza tiene sus criterios, que van evolucionando con el tiempo y las empresas. Pero temo que a Madrid se la fuerce a evolucionar hacia ese toro medio globalista como poco a poco lo impuso en Nimes temporada tras temporada el mismo empresario que produce ahora en Las Ventas. Por cierto, Nimes es ahora solo una plaza sobrevalorada que alcanza apenas la categoría de una de segunda en una provincia española.
Esto parece ya como un plan de Plaza 1, ahora en su segunda fase hasta 2026, para lo que sería una de sus misiones principales: bajar el nivel de exigencia de Las Ventas bajando el criterio de presentación de los toros y por ende el criterio del aficionado, echándole poco a poco fuera aumentando las entradas y cambiando así al público, sea con la mayoría que solo viene a ver a las figuras consagradas o con parte de esa juventud del gintonic y de la fiesta que viene con poco conocimiento y menos criterio. Una táctica comercial que funcionó de maravilla en Nimes pero que hace sonreír al resto de la afición francesa que ve como anecdóticas las salidas a hombros repetitivas y sin sabor de ese anfiteatro romano devaluado. Ojalá no pase esto en Madrid, pero hacia ahí vamos derechos y con peaje incluido.
Pues esos temas son los que Curro Díaz habrá permitido que no se hablen en la prensa taurina convencional. De no haber triunfado sin cortar oreja, dejando una profunda huella en este inicio de temporada, hubiéramos tal vez hablado de estos asuntos que pueden molestar a algunos, pero que ahí están.
Curro Díaz fue en este Domingo de Resurrección el torero que impidió ver el bosque nublado de Plaza 1. Y solo por eso, y más aún por lo visto en el ruedo, este genial torero se merece mucho más que la fuerte ovación que oyó. Se merece el respeto de Plaza 1. Como ya lo tiene de esta fiel afición que le ve como si fuese un espejo.