Por Jorge Eduardo - México
En un concurso de ganaderías en la que los toros fueron lo de menos, José Mauricio puso la calidad y el temple, mientras que El Mojito jugó la carta del espectáculo en la plaza de Texcoco.
Ya faltaba la de cal luego de las de arena de hace ocho y quince días. Si en las de oportunidad el toro fue el elemento principal, en la primera tercia de la Feria del Caballo vino el gancho al hígado de una corrida mal presentada a pesar de anunciarse como concurso de ganaderías.
Tampoco vimos dechados de bravura ni mucho menos. Y aún así, por lo menos tres significaron opciones de triunfo para sus matadores, es decir, los de Vistahermosa (3º), Villar del Águila (5º) y José Arroyo (6º); mientras que el de Xajay (4º), desfondado y a menos, también se dejó meter mano. Rellenaron la función los de Chinampas (1º) y Pepe Garfias (4º).
Lo primero que habría que preguntarse es si vale la pena ofrecer un concurso de ganaderías sin hacerle faramalla de menos con un trofeo de esos de vidrio. Pero sobre todo, si tiene sentido ofrecer un espectáculo en el que supuestamente es primordial ver a los toros entrar dos veces al caballo a un público neófito y pertinaz en su rechazo a la suerte de varas.
Por lo tanto, no habiendo toros con el trapío de otras ocasiones ni público para exigirlo, poco vimos en las varas. Sobresaliente en todo caso el momento de apuro de los Morales padre e hijo durante la lidia del cuarto, y discretamente por encima del resto los puyazos del tercero y quinto.
Ofició como primer espada Alfredo Ríos “El Conde”, vuelto del retiro sin que sea muy claro con qué objetivo. El que será abreplaza del julitour en puerta tuvo una actuación gris en la que solo después de pegar pases se decidió a bajar la mano y pegar un par de buenos derechazos sueltos con el Chinampas. Con el cuarto, ninguna opción.
Sabrosos derechazos de José Mauricio
Tuvimos ocasión de ver una buena actuación de José Mauricio. El capitalino se encontró con un Xajay al que se enredó por la faja en preciosos lances de buenas a primeras, aunque sin remate.
La faena fue de más a menos luego del prometedor inicio por la derecha y en tanto que los derechazos se fueron ralentizando conforme transcurrieron las tandas, igual que los pocos pero sustanciosos naturales que sobrevinieron. Sin embargo, el toro cortó su viaje y Mauricio optó por hacerle segunda con unos trincherazos ligados sin mucho calado. Pinchó y perdió algún trofeo.
Lo mejor vino con el quinto, ya bajo un aguacero declarado y sin que los primeros tercios de la lidia del Villar del Águila fueran prometedores. Mauricio de buenas a primeras citó para el péndulo, lo cuajó a pesar de las condiciones del suelo y otra vez, con base en la mano derecha porfió hasta ligar unos derechazos que pararon el tiempo.
Los adornitos finales no son los suyos, pero sí un tremendo desdén que ahí quedó antes de perfilarse para dejar un estoconazo ligeramente desprendido que valió para que, visto lo visto, se premiara con dos orejas más que merecidas en virtud de lo muy bajito del listón en la Silverio Pérez.
Atendiendo al orejómetro, sagrado oráculo que sustituye en las reseñas a la verdad, al arte, al temple, a la técnica y en general al contenido de una corrida de toros, el triunfador fue Alejandro Lima “El Mojito”. El tlaxcalteca firmó una actuación espectacular pero cargada de limitaciones.
El tlaxcalteca puso harto rápido de pie a la concurrencia con el capacho de Vistahermosa, al que de buenas a primeras le cambió los lances por chicuelinas. Con las banderillas, un violín mejor ejecutado que lo usual y dos cuarteos deficientes.
Con la muleta, un rosario de pases con la derecha sin decir gran cosa, embarcando a distancia con el compás muy abierto y recortando los trazos, inclinando el pecho y en ocasiones sobre pies, levantando el brazo sin la muleta. Apenas en algún trazo bajó la mano y remató hasta allá. Por el lado izquierdo lo dejó por la paz. Dos orejas.
El de José Arroyo fue otra cosa, había que torearlo y poderle bajo torrencial aguacero. El chaval, sin firmeza, repitió la receta de derechazos de brazo alzado y, sin saber muy bien a resultas de qué, cayó otra oreja en su espuerta. Esperemos que este triunfo artificioso le estimule y no le engañe.
En fin, aficionados, no perdamos de vista que más de uno de los que entraron a la plaza este sábado sin entender la O por lo redondo descubrieron el toreo tal vez por primera vez en sus vidas. No echemos en saco roto su entusiasmo, en estos momentos difícil toda savia nueva es bienvenida.
La pelota pasa entonces a la cancha de los empresarios. ¿Cómo haremos para que este público que entró con pulsera decida que quiere volver? Y no solo que quiere volver, si no que quiere aprender. Que quiere ver más toros, más toreros, más suertes, escuchar más pasodobles, disfrutar más cromos y pinturas, ver más películas, leer más libros, escuchar más narraciones, etc., etc.…
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