Por Jorge Eduardo - México
No hizo buen encierro el hierro de Pedro Haces. Antitaurina resultó maltratadora de animales.
Uno tras de otro, los novillos de Haces mostraron condiciones muy similares. Mientras tanto, a la promotora de Iniciativa Ciudadana contra los toros le descubrían un “albergue” de pesadilla.
Última novillada sabatina en Arroyo, se lidiaron seis novillos de Pedro Haces e Hijos que fueron todos un dechado de sentido y aspereza, reses que se pararon, alzaron la cabeza y se pusieron por delante ante la frustración de los novilleros, que poco provecho obtuvieron de esta apuesta.
Feo de hechuras como cuatro de sus hermanos, el abreplaza fue además débil, rengueando de un cuarto trasero sin que se desataran mayores protestas, muy acorde con la usanza del coso de Arroyo. En el último tercio rápido comenzó a recular y un Kevin Loyo ya sin opciones de triunfo trató de torearlo en redondo y por alto en el terreno de la querencia.
Pobre materia prima del hierro de Haces
El matiz principal de la tarde fue el de la más o menos fuerza de los astados, como el que tocó en suerte a Julián Garibay, que pudo tirar un poquito más del segundo de la tarde y algún derechazo resultó más o menos templado y algún natural de buena estampa. Sin embargo, lo muy deslucido del novillo impidió que la cosa fuera a más.
Rafael Soriano se las vio color de hormiga con un tercero de la función que de plano acortó su viaje y lo buscó antes que acometer a la muleta. Tratar de pasárselo por la espalda fue un craso error que pagó con tremenda voltereta. Pasaportó al novillo como mejor pudo y a esperar mejor suerte.
El de Diego Garmendia, otro trance complicado. Un novillo andarín, probón, sin fijeza, sin acometividad, sin transmisión y tirando tremendos derrotes por el lado izquierdo. Algún derechazo tuvo la virtud de que Garmendia embarcó sabroso, aunque los muletazos no terminaran. Dos avisos.
Entró por sustitución Lolo Gutiérrez y fue el único que puntuó en el orejómetro. A pesar de los contratiempos iniciales, el chaval pudo ajustarse por el izquierdo y finalmente provocar el entusiasmo de los partidarios que le acompañaron luego de una voltereta más. Una buena estocada le valió cortar una oreja.
Pablo Martínez “Finito”no se salvó de su respectiva voltereta a pesar del acierto en sus procedimientos, echando la muleta a los belfos ayudándose por el lado izquierdo para evitar el extraño que hacía el novillo en cuanto sentía un poquito de distancia. Mató de pinchazo y estocada.
De los subalternos de la nueva Asociación, destacaron Claudio Montiel con las banderillas y Erik Morales en las varas.
En el frente legislativo, la amenaza patente que atraviesa la fiesta en el Congreso local proviene de una Iniciativa Ciudadana promovida por una tal REDAC, colectivo animalista pequeño —como todos— que recaudó 14 mil firmas, bastantes según la ley para tratar de echarnos la soga al cuello.
Bien, pues el viernes 17 su presidenta, Jaqueline Zúñiga, fue a parar a la cárcel acusada de maltrato animal. En una nueva historia de terror “rescatista”, la propiedad de una adulta mayor que ya había sido cateada por la autoridad contenía doce perros vivos en condiciones insalubres y algunos muertos en el refrigerador y sobre la mesa.
La susodicha acusa una persecución política, a vecespor parte de quien encabeza a la Brigada de Vigilancia Animal, la morenista Leticia Varela (quien subió a la tribuna del Congreso local en la legislatura anterior para verborrear las patrañas que se esgrimen en las redes contra las corridas de toros) y a veces por parte de los taurinos, quienes, supuestamente somos muy poderosos.
El chiste es que, como es usual en este movimiento y en cualquier otro donde se esgrima ser más solvente moralmente para desacreditar a propios y extraños, no hay el menor ápice de autocrítica entre los animalistas, que se están dando hasta con la cubeta en las redes y asumiendo posturas radicalizadas en contra de su propia gente.
Mientras los animalistas pelean por decidir quién es más protector, la miseria de su movimiento se repite. Personas que fetichizan a los animales como reclamo político y ético, construyen enemigos mediante discursos violentos desprovistos de la empatía que pregonan como si fueran los únicos capaces de ejercerla, estigmatizando a quienes no están dentro de sus parámetros morales y haciéndole la guerra a otros de su propio movimiento.
Esta radicalización toma forma de desequilibrio, ya no solo discursivo sino de facto, al quedar de manifiesto la falta de parámetros y criterios para “ayudar” a los animales, lo que se traduce en conductas de acumulación compulsiva en un contexto en el que importa poco tener perros en la alacena y en el refrigerador, lo que importa es tenerlos para ser más animalista que el de enfrente.
En fin, que mientras los más fifís hacinan y matan de hambre a los grandes felinos por ayudarlos, los más discretos lo hacen con perros y gatos, a veces con réditos nada despreciables. Mientras tanto, a los méndigos y asesinos de los taurinos, es día que no les incautan un caballo por maltrato, ni siquiera una res. Qué malos y maltratadores que son…
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