Por Jorge Eduardo - México
También llamaron la atención Alejandro Moreno y Antonio Magaña en la novillada de Arroyo. Malas noticias a las puertas de La Florecita.
La novillada que marcó la vuelta de las corridas a la Ciudad de México congregó unos dos tercios de entrada en Arroyo, afluencia que se vio mermada seguramente por el alza en los precios de entrada que sobrevino al anunciar seis novillos en vez de cuatro, como había sido habitual en ese escenario.
En cuanto al desarrollo de la novillada, la experiencia no fue equivalente a las mejores actuaciones. El duranguense Eduardo Neyra lució con rodaje y sin sobresaltos ante el novillo más discreto de presentación, pero poco pudo conectar con los tendidos a pesar de lo mucho que repitió la res.
Rodrigo Ortiz pechó con el peor de los seis de El Garambullo. El capitalino entró por sustitución in extremis al cartel y, aunque intenta hacer las cosas con empaque y profundidad, le hace falta solidez técnica para hacer el toreo que tiene en la cabeza. Falló repetidamente con el alfanje.
La novillada cambió de sello con la actuación de Luz Elena Martínez. Se las vio con un novillo con cuajo, hecho y derecho, y su desempeño con el capote nos dejó más bien dudas, igual que el inicio de faena. A la duranguense le cuesta mucho ganarle terreno a los novillos y ordenar la lidia.
Luz Elena Martínez al natural
Visto lo visto, había pocas esperanzas de que Luz de hecho se parara y empezara a dibujar los sabrosos derechazos que, poco a poco, fueron esbozando una faena. Se cambió la franela a la izquierda y fueron luminosos en verdad los tres naturales que pegó. Se tiró a matar un poco dentro del desorden de la lidia, se dejó llegar al novillo, estiró el brazo y dejó la espada. Cortó una oreja.
Por el contrario, Alejandro Moreno fue todo solidez técnica ante un novillo que representaba un reto significativo en ese sentido. A falta de los momentos de plasticidad, la seriedad y el oficio traducidos en una firmeza notoria para el tendido y una buena estocada le valieron tocar pelo.
Juan Pedro Herrera le puso disposición, cubrió los tres tercios y corrió la mano por el lado derecho, intentó cruzarse y hacer las cosas bien, aunque también jugó la carta bullidora al son de la choteada Pelea de Gallos. El novillo vino a menos y el hidrocálido se complicó con la espada, dos avisos.
Cerró plaza Antonio Magaña, un chaval que también comenzó a estirarse de pronto y a hilvanar buenos derechazos reponiendo acertadamente para no perder la distancia del serio novillo. Una estocada fulminante le valió cortar la tercera oreja de la tarde. El michoacano debe seguir su camino y prescindir de cositas como el bailecito que se aventó al pedir música.
35 kilómetros nos separaban de nuestra siguiente parada: desde el restaurante Arroyo en Tlalpan hasta la plaza de toros La Florecita en Naucalpan, cometido que logramos apenas para alcanzar a ver la segunda mitad de la corrida.
El francés Marc Serrano se las vio con un discreto cárdeno de El Rosedal, que tuvo la virtud de arrancarse pero sin la emoción de la bravura ni dechado de calidad. Serrano lo toreó aprovechando el viaje, sin apretarle demasiado y evitando los toques bruscos. La espada lo privó de tocar pelo.
Agradabilísima sorpresa resultó Mirafuentes de Anda. El capitalino, muy a la mexicana, comenzó rompiendo por bajo en ceñidos doblones al quinto de la función que le vinieron de maravilla al toro, el más serio de los tres que vimos, para que embistiera con mucha calidad, atemperado y a tono con el temple que imprimió el de la dinastía Herros en su labor.
Muy largo, rematando hasta allá, deletreando los trazos por el lado derecho y rematando bajísimo los muletazos sabrosos fue que Mirafuentes puso de cabeza a la Florecita. Por la izquierda la cosa vino a más, quizás con la observación de que un poco más cruzado los muletazos hubieran sido todavía más profundos. La estocada de la que salió rebotado valió para que cortara dos orejas.
Solo vimos la actuación con el cierraplaza del toricantano Jasiel Morales, que se acomodó con él y en el terreno del tercio le ligó algunas tandas que corearon con fuerza los tendidos. Mató de estocada y cortó una oreja entre división de opiniones.
¿Cómo van las aguas de la tauromaquia en México? Pues, según quedó constancia en la transmisión de la familia Santoyo, el testigo de la alternativa de la Florecita no participó de la ceremonia por orden de la Asociación de Matadores, puesto que la alternativa la avala la Unión.
¿Y las cuadrillas? Todas de la naciente Asociación en las dos plazas. Su actuación a lo largo del sábado taurino fue de menos a más en ambos festejos, sobre todo de unas infanterías que de pronto dan las de cal y de pronto las de arena, como también ocurre muchas veces con las de la Unión.
Y en el departamento de malas noticias, una lona anuncia que “esta propiedad está en venta”. ¿En dónde? ¡En las puertas de La Florecita! La plaza pertenece a Sergio Hernández, ganadero de Rancho Seco. Naturalmente, el coso peligra como toda la ciudad ante los constructores voraces.
Si la tauromaquia hablara, ¿Qué podría decir?... “¡No me ayuden compadres…!” A duras penas el horno trabaja, y en vez de bollos produce puros problemas. ¡Carajo! Como si no tuviéramos bastantes…
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Galería de fotos de la (mitad de) la corrida en La Florecita en #LaSuerteSuprema: