Por Jean-Charles Olvera - España
Pocas veces se oyeron tan profundos olés como los de esta tarde en Las Ventas durante la faena de Fernando Robleño con Camionero, cuarto de la tarde, de Escolar Gil.
Incluso los inquietos, los tímidos, los discretos, como también los gringos y los chinos y hasta los mudos, los ciegos y los sordos, todos jalearon como nunca esos minutos mágicos vividos intensamente durante el combate épico entre toro y torero que acabaron entremezclados y fusionados. Belleza total, brutal.
El madrileño supo acompañar desde su salida la enrazada clase y templanza del encastado cárdeno albaserrada, un toro aplaudido por sus hechuras y estampa, que nos recordaba a los míticos toros del arte rupestre de la cueva prehistórica de Lascaux.
En sí, ese toro impuso un respeto innato y deslumbró a más, con su recorrido franco en las verónicas de Robleño, en el caballo en dos puyazos (el segundo más discreto) y con los toreros de plata ovacionados (grandes fueron Iván García y Fernando Sánchez).
La faena comenzó por derechazos de alto nivel y siguió con soberbios naturales, justamente tan naturales con muleta plana y baja, y tan medidos y de gran empaque, que levantaron dos veces los tendidos.
Eso es lo que esperamos de las supuestas figuras y nos lo regaló hoy un inspirado torero, modesto y maduro, que toreó con naturalidad, sinceridad y autenticidad a un toro de verdad, de esos que tantos otros no quieren ver.
Desgraciadamente el diestro pinchó dos veces, con una espada a la que previamente había besado para darle buena suerte y que acabó por traicionarle. Mató de entera efectiva, con otra espada.
Aunque los aficionados pidieron mayoritariamente un apéndice, el mismo palco muy facilón con los paisanos autobuseros, fue esta vez hermético e insensible, rehusando responder esta sincera petición, oyendo finalmente su tradicional bronca. Las dos orejas que Robleño había ganado con total merecimiento se transformaron con esos dos pinchazos en dos vueltas triunfales.
Por unos momentos, parecíamos haber regresado unas temporadas atrás cuando Robleño triunfaba heroicamente cada mes de julio con esos mismos albaserradas en su coso torista francés de Céret. Esta tarde se pudo ver al mismo torero sincero y firme, pero esta vez en el ruedo de Las Ventas.
Camionero (605 kilos, noviembre 2017) se fue con gran ovación en el arrastre. Un cinqueño gris, orgullo de su mayoral y ganadero.
Ya con el segundo toro de la tarde, un astado complicado y difícil de Hoyo de la Gitana, Fernando Robleño sacó grandes tandas por la diestra y le impuso un mando autoritario. Dio una vuelta merecida, aperitivo de lo ya contado con Camionero.
Sin opciones Miguel Tendero con el peor lote.
Interesante tarde la del toledano Luis Gerpe con su toro de confirmación, Cortinero de Escolar Gil, inicialmente sexto y al que cambió de turno tras el regreso al corral por invalidez del toro inicial de Hoyo de la Gitana. Buenos naturales en conjunto, parando un difícil pero interesante albaserrada al que mató de una entera, dando una vuelta.
Otra vuelta, esta vez protestada tras leve petición, dio Gerpe al cierraplaza de Montealto. Pero previamente salió el sobrero del cambio de turno, de Couto de Fornilhos, buey inválido sustituido por un astado de la Casa de los Toreros, también inválido, quien fue por fin reemplazado por este colorado de Montealto a punto de cumplir 6 otoños. Una faena correcta en varios terrenos hizo Gerpe, pero rematada con entera caída, que solo celebraron sus paisanos.
El resto de la afición aún no se había bajado de su nube. Aún estábamos con esa ilusión en la mente, recordando la simbiosis y fusión del torero Fernando Robleño con el toro Camionero de Escolar Gil, dos de los más importantes protagonistas de esta temporada en Las Ventas.