Por Jean-Charles Olvera - España
Esperábamos a Morante y vimos al Juli.
Madrid se rindió y rugió al unisón de la maestría del Juli. Las Ventas parecía por momentos a la Plaza México cuando se pone boca abajo durante las grandes faenas.
El quinto toro de La Quinta, inicialmente complicado, metió finalmente la cara al ritmo impuesto por el diestro. Grandes series, largos naturales con mando, transmisión y empaque. Nos guste o no el torero, Madrid supo reconocer la calidad y excepción de un maestro que hasta ayer tenía que soportar el refrán bíblico de “nadie es profeta en su tierra”. Por algo fue y por algo será. Esa tierra, su tierra, Madrid y esa plaza, Las Ventas, es la que impone a estas figuras subir el listón, arrimarse, atarse los machos y demostrar las pretensiones de cada torero adquiridas en plazas de otras categorías.
Así se pudo analizar la oreja que cortó El Juli al 2º de la tarde que no convenció totalmente, ni a la afición, ni a sí mismo ni a sus compañeros. Los triunfos fáciles no lo tienen que ser en Las Ventas. Por eso El Juli, sin duda consciente de esas dudas, se transcendió física y mentalmente como pocas veces con el quinto toro para dar por fin ese golpe sobre la mesa y afirmar entre otros, tanto a Las Ventas como a Morante, que no estaba acabado, que aún estaba ahí y que nadie le había aún robado el trono del toreo.
Lo curioso de esta gran faena concluida por una emotiva pero agridulce vuelta fue de no ser rematada por la espada. El diestro madrileño quiso por una vez no echarse de lado con su famoso julipié e ir más directo. Sintomático que el único fallo fuese en esa fase técnica. Tantas temporadas y tantas faenas rubricadas por el muy criticado julipié le impidieron finalmente saborear la gloria de una salida por la Puerta Grande. Por algo tenía que pecar.
De los dos otros toreros, poco que decir. El cigarrero estuvo gris como su traje, otra vez será. El 2º hispalense Pablo Aguado apenas pasó desapercibido por el albero, eso sí con el lote menos potable de una interesante corrida santa colomeña de La Quinta.
Si El Juli quiere ser nuevamente la principal figura compitiendo con el barroco Morante de la Puebla, nos queda verlo ahora en otras ferias tan comprometido como lo vimos en el ruedo venteño.
Ser figura no solo es serlo una o dos tardes por temporada en Las Ventas, pero serlo cada tarde con encastes y aficiones diferentes. Algo que propuso justamente Morante la pasada temporada, arrebatando así el estatus de máxima figura del toreo a un Juli conservador que recapacitó por fin su toreo. Que no solo sea en Las Ventas sino en todas las plazas. Eso es otro reto.