Por Jean-Charles Olvera - España
La ovación cerrada en el arrastre de Casero, el 5º bravo y noble astado de Victoriano del Río, contrastó con el saludo al tercio dividido para Manzanares.
Sin lugar a dudas, ese fue el momento cumbre de la corrida pospuesta de este viernes del inicio del puente del Pilar. El resto de la corrida descastada de Jandilla (los 3 primeros) y de Victoriano del Río, ya está para el olvido.
Lo de Casero, desde su salida con fijeza y genio tanto en el capote de Manzanares, en banderillas y en los dos puyazos de Paco María (ovacionado) que bien hubieran podido ser tres, hasta la faena y su muerte de pie, demostró la clase del buey y lo perdido que estuvo Manzanares con él, como si Casero le dijera que se vaya pa’ su casa.
Sin sitio, sin distancia adecuada, toreando en los tercios de sombra un toro que pedía los medios para por fin romper en esa muleta, usando y abusando del pico, poco acertado estuvo el diestro al que solo le fue coreado algún pase, por fin, cruzado y aislado por naturales en una faena sin arrimarse. Una lástima en tal escenario.
Añadiremos que muchos de los que estaban presenciando el lento fracaso de Manzanares vieron a Emilio de Justo en las mismas condiciones y en el mismo ruedo la semana pasada con una propuesta artística y lidiadora de otra envergadura, pudiendo juzgar la notable diferencia entre ambos. De ahí la fuerte división de opiniones entre sectores de Las Ventas.
Los otros toreros Urdiales y Ureña, tampoco fueron muy acertados o vistos. El primero insistiendo por demasía con el inválido que abrió plaza y con el soso, más pesado de la tarde, que contagió su sosería al riojano, desapercibido.
Lo de Ureña, con mal inicio de faena al 3º, centrándose por fin con esa actitud de valentía y verdad que gusta, pero demasiado tarde con un toro que se apagaba y que le propinó una voltereta en forma de advertencia. Nada notable con el que cerraba plaza, semi invalido, casi hermano del primo de encaste que abría plaza.
Toda la semana esperando esta tarde, con larga espera y con soñada esperanza, para finalmente irnos a casa con ese sentimiento agridulce. Como le dijo Casero a Manzanares, ahora a regresar pa’ casa.