Por Jorge Eduardo - México
La fiebre de indultos aporta mal sabor de boca al muy conducente indulto del toro de La Joya en la corrida del Estoque de Oro.
Y es que, si se indultara cada cinco años, no cabría más que celebrar. En cambio, lo abultado del número de perdones esta temporada provoca un sinnúmero de incertidumbres. ¿Hacia dónde se dirige la tauromaquia si lo excepcional se vuelve cotidiano? Ocurre que, cuando de veras se produce lo excepcional, su credibilidad está mermada. La sombra de la duda, que ya de por sí acompaña al indulto como idea, se convierte en la certeza del cachondeo. Puesto en contexto, son más lamentables los tres indultos, que celebrable la vida y las enormes posibilidades del toro Tocayo, que a partir de ahora se dedicará a perpetuar su estirpe.
Hablando de toros. El toreo a caballo me transmite poco, entiendo poco, y difícilmente consideraría que vi al toro de Vistahermosa. Por preferencia personal, si quisiera iniciar una aventura ganadera, preferiría por amplio margen al toro de Piedras Negras, por origen y por comportamiento. Como momento en la plaza, sin duda Tocayo protagonizó, junto con Antonio Ferrera, el más rotundo y apasionante de los tres. Quizás fue el lío más gordo de la temporada, y en el que la Plaza México se entregó más cabalmente. Difícilmente puede argumentar la autoridad que hubiese mucha presión popular por los primeros dos indultos, como sí puede hacerlo sobre esta ocasión. En todo caso, considero que, de estar en el palco, hubiese sacado el pañuelo en esta ocasión, y no en las otras dos.
El toro cantó lo que sería desde la salida. Repitió cual locomotora al capote de Ferrera, incomodándole la labor de parar, e impidiéndole el lucimiento. Sin embargo, el toro se revolvía con codicia y calidad, señal inequívoca de que tendría buen juego. En la muleta, y creo que valdría agradecérselo, Ferrera entendió perfectamente lo necesario para dejar ver al toro. Quizás por ello tardó un poco en templarse, pero sobre todo en bajarle la mano y romperse con él, pero dejó claro, para quien lo quisiera ver, la acometividad y la transmisión del toro. De tercio a tercio se arrancaba prácticamente, sin necesidad de que lo llamaran, siendo pues más pronto que fijo. En resumen, un buen toro bravo, aunque es necesario señalar que perdió las manos en dos ocasiones, y que llevaba la cabeza un tanto a media altura. Igual hablamos de un toro de vacas.
Ferrera es personal, es distinto, es fresco, es atractivo, y es apasionante. Queda en el aire la duda sobre la verdad en su toreo, y qué tan auténtica es su nueva expresión. No perdamos de vista que se trara de una persona que, con intención o no, atentó contra su vida recientemente, por lo que todo juicio debe ser justo. Total que, uniendo los puntos, se gesta un cuadro novelesco que poco a poco despierta el interés de los aficionados capitalinos. A pesar de sus ya más de veinte años de matador de toros, es un nombre fresco, que renueva la baraja taurina, por lo menos de este lado del charco. Destacaría de su faena una tremenda serie por el pitón derecho, que puso a la plaza de pie y provocó que los sombreros se desprendieran del tendido. También al natural rompió la faena, aunque lo afectado produce cierta incomodidad en este servidor de usted. Es justo señalar también que el toro le permitió menos performatividad –si me permite la expresión– que otras ocasiones.
Ferrera con aire de consagración
El resto de los hispanos en el cartel, grisura. Justicia poética, diría nuestro amigo Borja Ilián, para Enrique Ponce. El valenciano buscó la comodidad en su inclusión en el estoque de oro, trayendo un inválido del endeble hierro de Julián Hamdan, que debió devolverse por débil. Le sustituyó uno de La Joya, deslucido y complicado, que le hizo sudar un poco de más. Morante, en plena ruptura con la Plaza México, optó por una res de abasto de Bernaldos de Quirós, presta para el matadero más que para la lidia, como toda su estirpe. Con esa materia prima, ni aunque hubiera querido.
José Mauricio y Joselito Adame siguen en vías de calentar su pique. Pero tienen que dar el paso adelante y sublimarse pronto. El capitalino alcanzó altos vuelos toreando terso y templado, largo, muy redondo, al borde de lo exquisito. Como consecuencia de esta corrección, permitida por un toro enclasado pero sin mucha transmisión, a la faena le hizo falta ese puntito de emotividad que le permitiera redondear. Quizás Mauricio podría conseguirlo pisando terrenos más comprometidos. Cabe señalar que hubo pasajes de mucho sabor por ambos pitones, pero sobre todo unas series de derechazos larguísimos, bellamente rematados detrás de la cintura, además de un gran estoconazo. La próxima temporada debe ser, sí o sí, la de su consolidación como torero taquillero capaz de reanimar nuestra fiesta brava. Cortó una oreja que se antojó pichicata considerando lo exageradísimo que se premia en esta plaza.
Hablando de exageraciones, Joselito Adame tumbó dos orejas. Está el hidrocálido en sitio de torero cumplidor que sale a justificarse tarde tras tarde. Está bien, hay los toreros que cobran y los que acompañan, o, como dirían Jesús Solorzano y David Silveti, los éticos, los estéticos, y los patéticos. Joselito coquetea con esa primera categoría, la del torero que tira del carro, la que cubre el importe del boleto del público, aunque no necesariamente sea el de mayor trascendencia estética para el aficionado. La perdición de Adame es su autocompasión, regodeándose de orejillas que protesta la plaza entera. Antes esta temporada nos preguntábamos los motivos de Joselito Adame. Si las orejas tienen tanta importancia para él como pareciera, lamento sentenciar que sigue un camino superfluo en el que se sobrevaloran restos materiales que no son más que retazos de toro absolutamente desechables por sí mismos. Jugarse la vida por eso puede desembocar en una tremenda frustración, y en un doloroso encontronazo con el propio techo.
La próxima semana, como cerrojazo de la temporada, la presentación de Guillermo Hermoso de Mendoza alternando con su padre Pablo, y a pie Arturo Saldívar y José María Hermosillo. Los toros serán de Los Encinos y Santa Fe del Campo. Que empiece el morbo...
Fotos: LaPlazaMexico