Por Jorge Eduardo - México
Arribamos al 2020. El panorama, es necesario reconocerlo, es menos desolador de lo que pudiera parecer apenas recién.
Tan recientemente como las primeras corridas de la Temporada Grande 2019-20, cuando no se vislumbraba el menor resquicio de esperanza. Es justo insistir con José Mauricio, y su realidad como la posibilidad más esperanzadora de una respuesta desde la Plaza México a la homogenización de la torería nacional, y a su concentración en un solo sitio, nuestra muy querida ciudad de Aguascalientes. De que cuaje depende en gran medida la temporada capitalina, y un posible episodio luminoso de cara a la larguísima década que tenemos frente a nosotros. Cómo ya lo mencionamos antes, el talento de la empresa determinará cuáles son los alcances del fenómeno que se está gestando en el albero de Insurgentes.
Sin embargo, no se puede seguir adelante sin considerar que este resquicio de esperanza alumbra justo en medio de un panorama desolador en el que insistimos a lo largo del serial. Los elementos básicos son una autoridad limitada, con episodios de acierto, pero sin un esfuerzo sistemático por recomponer la seriedad de la fiesta de toros en la capital. En segundo, el planteamiento empresarial basado en intercambios clientelares que conforma un círculo muy cerrado de beneficiarios, lo mismo en materia de toreros que de ganaderías, baste como ejemplo la dificultad que tuvo José Mauricio para hacerse un sitio en la plaza de la que es originario.
El último factor, cuya importancia es inversamente proporcional al sitio que ocupa en esta numeración, es el de la aculturación de la afición capitalina. Mientras que la autoridad tiene momentos mejores o peores, y la empresa ha ofrecido alternativas a la endogamia de grupo que sufre nuestra fiesta, la afición no para de ofrecer episodios bochornosos. El último puso broche de oro al año taurino 2019 en la pasada corrida de rejones del pasado domingo 29 de diciembre. Tal parece que el primer indulto a caballo fue como abrir una especie de caja de Pandora, puesto que, si en lo que respecta a la lidia a pie sufrimos de aculturación, sobre el arte de Marialva simplemente subsistimos en plena ignorancia. Una plaza que históricamente ha rechazado a los rejoneadores, y cuyo aficionado promedio se precia de no ser muy afecto al toreo a caballo, o bien de plano ausentarse cuando es la base del espectáculo, ha adoptado como moda indultar toros de rejones. Vaya tela.
Febrero 2016: Para verla así, necesitamos más verdad y menos triunfalismo
El agraciado fue el burel Gaspar, del hierro de Vistahermosa. Un toro bueno, fijo, pronto, serio, bien presentado, que se empleó en las cabalgaduras y en los engaños, sin ser ningún dechado de bravura ni de fiereza. Ahí radica, precisamente, lo inconveniente de convertir lo extraordinario en usual, lo solemne en vulgar, lo único en la moda. Si el primer indulto a caballo hace un par de temporadas dejó lugar a dudas, y el segundo fue una contestación validatoria al respecto de la posibilidad de esta gracia, el tercero dejó entrever que esto se convirtió en una irremediable pachanga. La exageración en el triunfo no produce verdad taurina, produce descrédito. No obstante, la afición de México volvió a callarse, a dejar sus críticas para el ámbito privado, para el grupo de amigos. Apenas alguna muestra de algarabía se dejó sentir cuando el toro volvió por toriles, así como una orejita quizás hubiera cortado Gamero. Gris. Triste.
No quitaremos el dedo del renglón: amigo aficionado, tu protesta firme y sistemática, así como tu afición militante y ávida de conocimiento son las únicas posibilidades de librar este bache. Solo la intención de hacer cultura y fiesta brava a la vez, de conformar afición organizada, consciente de sus intereses y de su papel como cliente, y no como receptor de dádivas y favores. No está de más que lo recordemos, la empresa modificó levemente su planteamiento y mejoró enormemente su producto. La autoridad ha tratado de guardar los premios varias ocasiones, pero ante la petición mayoritaria de los asistentes, ¿Qué pueden hacer? No mucho mientras la afición exija trofeos exagerados, y no seriedad.
El resto del festejo, Horacio Casas tuvo una actuación desastrosa que le valió sendas pitas, y Santiago Zendejas una tarde entonada aunque con verdor. Los Forcados amadores de Lisboa dieron una cátedra con sus ayudas, eficaces y magistrales; por su parte, los de Aposento de Turlock tuvieron una actuación muy acorde con su personalidad estadounidense, sin mayores aspavientos, técnicos, y efectivos, aunque espectaculares al mismo tiempo. Los de Mazatlán, como siempre, una impresionante pega de cara de emoción desbordada. Nos los perdimos ante el sexto toro, que se echó y fue apuntillado.
Así que insistimos e insistiremos. Este 2020 puede plantearse una nueva época luminosa para nuestra fiesta, tanto en España como en México. Existe un buen puñado de toreros que pueden funcionar, y que correctamente colocados en los carteles pueden disparar la expectación. Es momento, pues, de que empresas, aficionados, ganaderos, y autoridades se dejen de intereses mezquinos y propicien la detonación de una auténtica guerra taurina que acarree a la gente a las plazas. Cada una tendrá su contexto propio, y aquí hemos insistido en dibujar y exponer el de la Plaza México. A pesar de los pesares, en este año nuevo se puede cimentar el éxito futuro de nuestro coso y nuestra afición capitalina. Desechemos las malas, y con lo bueno hagamos un año memorable para nuestra fiesta brava.
Dejémonos del "sermón de la montaña", como dirian Pepe Alameda y el licenciado Julio Téllez sobre su propio programa. En el ámbito personal, amigos aficionados y no tanto, que el 2020 sea desbordado de arte y cante, de salud y alegría, de vergüenza torera y valor, de temple y mando. Que junto con sus seres queridos se sobrepongan a la casta y a la bravura, y, con algo de suerte, corten las orejas y el rabo. Si no salen tan bien las cosas, hay más tiempo que vida. Un fuerte abrazo, y nos leemos para la próxima.