Por J-Charles Olvera - Francia
Si Bayona es el jardín de Daniel Luque, Sebastián Castella no olvida que siendo francés, Bayona está en Francia y que el matador que manda en su país es él, cuál sea el torero que intente imponerse, sea su compatriota Juan Bautista o un Daniel Luque en su plaza talismán de Bayona.
Y esta tarde Castella y Luque, dos toreros repletos de talento, artistas orgullosos, oponentes frágiles pero también testarudos y caprichosos, se trataron como competidores que competían entre sí.
Competencia de esas que los toreros hacen, tales los divos del mundo de la ópera, provocándose sin mirarse pero con actitudes firmes, tratando de impresionar a la concurrencia y de convencer al aficionado de quien es el mejor.
Y todo comenzó con la ovación de gala que recibió Daniel Luque de una plaza de pie que homenajeaba al que dio un recital en la pasada corrida Goyesca del 14 de agosto en esta misma arena.
Invitó el de Gerena al de Béziers que rechazó claramente la invitación a saludar tras él. Algo que sorprendió al neófito pero que nos hizo pensar a los aficionados que con un inicio pasional así, algo pasaría esta tarde.
Antes de la salida del primer toro, el jefe de lidia Castella recibió otra ovación para evitar celos, al cual respondió con amor propio y al que invitó a un Pablo Aguado que parecía no comprender lo que estaba jugándose y que de hecho nunca pudo surgir en esta tarde, sufriendo además de la comparación con los dos otros grandes maestros.
Claro está, Daniel Luque hizo un quite al primer toro de Luis Algarra para Castella, por chicuelinas ceñidas a las cuales este último diestro respondió y así toda la tarde.
Hasta se imitaban para compararse por faenas interpuestas, Luque iniciando por ejemplo su segunda faena de rodillas como lo hizo Castella con acierto tras despiste en el toro de apertura.
Competencia hasta a la hora de sonreir
Aún asi, entre toreros maduros y seguros como ellos, se sintió un gran respeto, Daniel Luque haciendo hasta paces, brindando de forma inédita su segundo toro precisamente al concurrente Castella.
A este arriesgado juego de la competencia, el occitano ganó esta vez en tierras vasco francesas con 3 orejas (la tercera exagerada, saliendo finalmente a hombros) a 1 del hispalense, en una tarde que habrán conseguido ser entretenida aún con toros del monoencaste, de juego desigual.
Porque también de eso se trata. Hacer que ellos se midan como aquí o más tarde en otros ruedos y que los aficionados hayan realmente disfrutado, con por ejemplo grandes quites al capote por ambos, capas pocas vistas estas pasadas semanas en ruedos galos.
Cuando la competencia se mezcla a la calidad, no solo ganan algunos toreros, sino que todos ganamos.
Fotos: Matthieu Saubion