Por J-Charles Olvera - Francia
Hace dos semanas triunfaba rotundamente Daniel Luque en su encerrona goyesca de Bayona, entre otros con Mironcillo, toro de Pedraza de Yeltes.
En un país normal como Francia, un tal evento era antes evocado, aunque discretamente, en algún medio nacional como en los periódicos de ‘Libération’ en la pluma de Jacques Durand y ‘Le Monde’ con otro grande periodista que es el bayones Francis Marmande.
En televisión, Canal Plus Francia tenía su corrida semanal diferida durante los 2 meses de verano, algo que intentó imitar la difunta cadena abierta La Cinq.
Los toros estaban presentes en los medios entre telespectador y lector de la supuesta élite.
De ahí que la tauromaquia siga fascinando a personalidades del mundo de la política o del arte que ven ahí un código esotérico hasta masónico en la lectura moral y social del misterio taurino (ver “L’Equerre, le Compas, les Toros” de Lionel Pierobon, 2009, editora Cairn).
Así es como nos enorgullecemos de que vengan artistas y hasta ministros ver toros en las plazas de toros más prestigiosas de Francia, como Nîmes o Bayona.
Dos de estos ministros fueron así vistos en barrera en la encerrona de Daniel Luque en Bayona, rodeando al alcalde Jean-René Etchegaray y fotografiados por el periódico Sud-Ouest.
Fueron Didier Guillaume, ministro de la agricultura y de la alimentación y la señora Jacqueline Gourault, ministra de la cohesión de los territorios.
Honorable presencia sin lugar a dudas, cada quien en su lugar (agricultura, alimentación, territorios que son las regiones, temas que son partes de los toros), pero que provocó una inédita oleada mediática en contra de esas presencias que muchos periodistas y políticos parisinos juzgaron como ‘escandalosas’, como si de pedofilia o asesinatos seriales se tratasen.
En Twitter, los miles de anónimos ‘haters’ aprovecharon para mofarse, insultar y amenazar seriamente a estos dos inocentes ministros, algunos descubriendo que las corridas eran legales en el Sur de Francia, lo que muchos parecían ignorar.
Fue tanta la cantidad de mensajes basureros a modo de bullying que se leyeron de estos tuiteros y de asociaciones autodenominadas ecologistas, animalistas y hasta feministas, que el ministro de agricultura pidió perdón a los ciudadanos (más bien dicho electores) en una entrevista radio televisada patética.
El coraje que vio de Daniel Luque en la corrida que presenció no le inspiró en nada sino todo lo contrario. Esto de ser taurino o aficionado se tiene que asumir, sea para respetar a los toros que adoramos o toreros que admiramos.
El único que pareció resistir, pero solo y acorralado por estos medios del odio, fue el mismo director de las arenas de Bayona, Olivier Baratchart, que lo hizo con casta, mirándoles en los ojos y defiendo el Sur rebelde a Paris que va de País Vasco francés a Cataluña francesa y Occitanía.
En esa plaza de Bayona del supuesto escándalo político moral, se darán este fin de semana la importante feria del Atlántico. Tal vez apercibiremos algún ministro que asume su afición (como Geneviève Darrieussecq, vice ministra de las armadas y antigua alcaldesa de Mont-de-Marsan), aunque tengamos una pequeña duda.
Esta lapidación moral tiene ya consecuencias. Tras este problema de estos ministros se habla abiertamente entre algunos diputados nacionales influentes parisinos de prohibir las corridas de toros a los niños para después, ya sabemos, prohibirlas sin más.
Esto ya no es un cuento. Va de la perennidad de nuestra pasión y culto ancestral al Toro. Habrá que ser mucho más fuerte y no ser débiles para luchar contra esta ola inédita y coordinada de la nueva inquisición mediática antitaurina.