Por J-Charles Olvera - Francia
Se esperaba sin duda más de la seria corrida de Pedraza de Yeltes que no acabó de romper.
Con clase el cuarto buey en las primeras series con notable inicial actuación de Octavio Chacón (oreja) pero al que le faltó más profundidad, y bravura del quinto cornúpeta, difíciles o sosos los restantes astados.
Nuevamente un Daniel Luque dando otra lección de toreo al segundo, perdiendo oreja en la puntilla (lo que no tendría que ser). Antes de la salida de este Pedraza, saludó el torero de Gerena tras gran ovación de los que le vieron el pasado 14 en su ya histórica encerrona de la Goyesca de Bayona.
El último diestro fue el que nos dejó con más perplejidad que otra cosa. Fuerte división encontró el elegante francés Juan Leal durante sus dos actuaciones. Hasta algún abucheo sonido tuvo que soportar, sorprendiendo al parisino de Arles.
De poco sirvieron los olés caricaturales que se oyeron ocasionalmente de sus peones y amigos del callejón para alentar al joven espada, callados tras protestas de un sector disconforme con ese tipo de actitudes pueblerinas, más en el tipo de lo que se ve y oye en el Sureste francés, de donde es originario el clan Leal, que en esta otra parte.
Aún más, es el toreo mismo de Leal que causa ya malestar entre aficionados galos por su forma estereotipada.
Cansados por esos inicios de faena casi siempre por péndulo, acabando trasteo con series encimistas y un ojedismo desentendido y concluyendo con tremendismo en búsqueda del revolcón o cogida que le dé ese triunfo añorado.
Funciona en los ruedos que no lo ven a menudo, hasta en Madrid donde así parece haber cortado un apéndice, una plaza supuestamente más exigente que la de Dax.
Aquí un sector importante de la grada, quien eso sí, respeta su coraje impresionante, le recordó no obstante que su concepto del toreo va por via errónea (sus Pedrazas de la tarde pedían otras lidias) y que necesita recapacitar antes de perderse en el camino largo de una torería plagada de trampas.
Tiempo le sobrará a Juan Leal para cambiar o más bien adaptar su concepto frente a sus toros. A nadie le interesa salir de una plaza con perplejidad pensando en un torero o una forma de torear. Más bien lo que queremos y buscamos de plaza en plaza es la verdad del toreo, para alcanzar ahí ese momento clave del misterio taurino entre un hombre y un toro.