Por Jorge Eduardo - México
Los últimos presidentes de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia no pudieron juntar un lote decoroso para la Plaza México.
Corrida de expectación, corrida de decepción. Y cómo podría ser de otra manera, si los últimos dos presidentes de la asociación de ganaderos de nuestro país echaron seis animales esmirriados y sin defensas a una de las pocas citas invernales en la Plaza México.
Vamos por partes, en principio se había anunciado una corrida de Montecristo, ganadería "de garantías". Sí, garantía de falta de casta del señor Germán Mercado. Luego, sin que se aclarasen los motivos, se anunciaron tres de Pozohondo, los toros del señor Alarorre más o menos mejoraban las perspectivas de un festejo condenado al fracaso.
Sin embargo, se parchó el festejo con reses chicas, descastadas y débiles que parecieron tener la intención de no exhibir al hierro anunciado originalmente. Ramiro Alatorre se prestó a esto en vez de preservar su prestigio luego de un magnífico encierro en febrero pasado. Por lo tanto, merece el escarnio del público que no tuvo consideración por sus pupilos.
Es alarmante, pues, que quienes han dirigido los destinos de la cabaña brava nacional en los últimos años no tengan la mínima integridad de presentarse en la Plaza México con toros que aparenten la edad reglamentaria y exhiban la mínima bravura en su lidia. ¿Qué no perciben el riesgo que corre nuestra fiesta? ¿Qué no se dan cuenta, maldita sea, que esto se acaba mañana mismo si no se pelea con dignidad hacia adentro y hacia afuera? ¡Carajo!
No podemos pasar por alto el granito de arena del pusilánime juez Enrique Braun para echar por tierra este festejo. Convencido de la infalibilidad de su pobre criterio, mantuvo en el ruedo al minúsculo quinto de la tarde y, si devolvió al tercero, fue únicamente por lo maltrecho que resultó tras saltar al callejón. Tampoco el segundo debió lidiarse por una lesión en el tren delantero, pero el señor no lo vió. Sumado al toro despitorrado de la corrida "charra", el desempeño del señor Braun puede calificarse, prácticamente, de antitaurino.
En fin, que el primer espada, Juan Pablo Sánchez, se las vio con el segundo de Pozohondo, inválido por lesionarse una de las manitas. Aunque insistió de más, abrevió con acierto y hasta metió la espada, poco habitual en él.
El hidrocálido se acomodó con el cuarto, sardo y muy accidentado de pinta, más bonito que rematado. Sánchez porfió por el izquierdo y finalmente se enredó con el de Montecristo por el derecho, construyendo el trasteo más rotundo de la tarde. Una buena tanda al natural precedió a un bajón en la intensidad de la faena, que tuvo como consecuencia que, después de la buena estocada, el público solo solicitara una oreja. Juan Pablo, a pesar de su calidad, nunca ha ambicionado algo más, y pareció cerca de su techo en esta actuación.
Diego Silveti tuvo, tal vez, su tarde menos propicia en el coso de Insurgentes. Luego de que el impresentable Montecristo que hizo tercero volviera a los corrales, se las vio con un Pozohondo con el que perdió los papeles.
La percha del quinto de la tarde
Con el quinto de Pozohondo, protestadísimo de salida, en vez de abreviar, trató de engatusar a quienes le tuvieran buena fe incondicional. Cómo estos resultaron los menos en la plaza, debió abreviar entre sonora rechifla.
Hablando de engatusados. Algunos, hechos pasar por gente de confianza, le vendieron a Juan Ortega que venir a confirmar su alternativa con estos animales y con estas “garantías” era buena idea. La consecuencia es que el esperadísimo trianero pasó casi inédito.
La mejor actuación de Ortega sobrevino con el de la confirmación, un toro deslucido con el que pegó algún buen lance y dos medias tan sedosas como largas. Luego, un estupendo quite por chicuelinas. Con la muleta, Ortega estuvo firme aguantando las embestidas rebrincadas del de Montecristo. Los destellos de toreo por ambos lados fueron esplendorosos, así como tres trincherazos, pero nada más. Falló con el estoque y el descabello dejó todo en una cariñosa vuelta al ruedo.
El sexto, de Pozohondo, con edad pero sin cuajo, tampoco tuvo casta ni bravura. Ortega de pronto enchina la piel con su duende, pero tampoco logró un trasteo con continuidad que metiera al público a la faena. Metió la espada hasta las cintas y dio fin al festejo.
Como haciendo sorna de la situación, Germán Mercado, presidente de la ANCTL entre 2021 y 2023, bautizó a sus toros Broche de Oro y Colorín Colorado. No fueron, quizás, nombres fuera de lugar. Esta nueva vapuleada a la tauromaquia, en la crítica situación actual, tuvo un sabor fúnebre, de velorio, de último atropello de los taurinos a la pobre fiesta.
Visto lo visto, a lo mejor la eutanasia que se prepara en el Poder Legislativo para la tauromaquia no es el peor escenario para nuestra afición…
Galería de fotos en #LaSuerteSuprema: La fiesta brava, derrotada en el duelo entre presidentes de los ganaderos mexicanos – La suerte suprema