Andrés Roca Rey es la indiscutible figura del momento actual en la Fiesta.
Un título que nadie podrá discutirle al peruano a la vista de sus números, de sus triunfos, de su reciente pero fructífera carrera profesional.
Ser la máxima figura no significa gustar a todo el mundo, aficionados o no, sino ser el nombre sobre el que giran los contratos, las ferias y, naturalmente, los llenos en las plazas de toros (o las mejores entradas en los tendidos cuando no hay llenos).
Para ocupar ese puesto se han de dar, o se dan, factores tangibles e intangibles, muchas veces difíciles de enumerar, pero que en todo caso desembocan en algo muy tangible, que quienes van a las plazas, esas mayorías, lo hacen sumergidos en el deseo de ver triunfar a su ídolo.
Ya pasó en otras épocas, quizá la más señalada fuera la de Manuel Benítez ‘El Cordobés’, donde los llamados aficionados ortodoxos tuvieron que compartir escaño con la ‘locura’ de quienes solo iban a ver a ‘El Pelos’. Y en ese compartir hubo fuertes discrepancias y se dieron también los gritos de ¡fuera, fuera! hacia los aficionados más exigentes que denunciaban las formas del de La Palma del Río.
Ahora le ha tocado el turno, para ocupar ese puesto, a Roca Rey y éste no escatima esfuerzos para contentar a los miles de seguidores que se aprestan a pasar una buena y exitosa tarde con sus actuaciones.
Y el peruano es casi imposible que defraude, para ello saca todas sus armas, que no son pocas. La primera, el compromiso con toda esa gente que ha ido a verle, y que han ido a ver eso que él les ofrece; la segunda, con la disposición de ponerse delante del toro con todas las opciones para que su determinación llegue y satisfaga a los tendidos.
Y su toreo se ajustará más o menos a los cánones que barajan y bareman los aficionados expertos, pero sí se percibirá de forma intensa para los que han pagado expresamente por verle. Además, digámoslo sin duda alguna, que han pagado por verle de esa manera y no de otra… ellos no han ido a ver las exquisiteces de Curro Romero.
Y en esa catarsis, se produce el choque entre los que quieren una cosa y otra, para los que Roca es el ídolo y para los que le ven más cercano a la vulgaridad. Todos tienen sus razones y han pagado para manifestarse, necesitando, ambos bloques, el respeto del contrario.
Roca Rey se muestra ambicioso, poderoso y dominador, no excluye asumir riesgos, y ello trasciende a los tendidos que lo viven con inusitada pasión. El peruano no cejará hasta llevarlos al éxtasis. Esas son sus armas más poderosas.
La cornada de Madrid forma parte de su tauromaquia y compromiso. Otros también han querido, y quieren, ser máximas figuras y sin embargo procuran evitar que los pitones rocen su anatomía.
Mientras, los más exigentes aficionados han de resignarse y esperar a que alguien dibuje unas verónicas o unos naturales de máxima autenticidad y sea entonces su oportunidad para saciar la sed que alberga su afición.
Una cosa es verdad, hay más días en una feria sin Roca que con él, por lo que las oportunidades de ver lo que guste a cada uno, se inclina a favor de los ortodoxos. Quizá por eso los días de Roca Rey todo haya de ser mucho más intenso para los que le esperan.