En plena semana de San Fermín se han dado a conocer los carteles de Bilbao.
Podíamos cantar aquello de ‘Desde Pamplona a Bilbao vengo por toda la orilla’, con licencia, naturalmente, para cambiar el nombre a Santurce. Dos ferias con denominación de ‘feria del toro’ por aquello de la presentación de los astados que suelen lucir en las dos plazas.
Inmersos todavía en el bullicio de la plaza pamplonica, con esa personalidad que la hace única, pero indigerible para muchos, aunque tenga sus defensores, pero que difícilmente pueda asimilarse su comportamiento global.
Es casi imposible defender su personalidad, basada en la alegría y el ruido de sus peñas, con el respeto a la ortodoxia y rigor que habría de tener cuanto sucede en su ruedo. Ese enfrentamiento entre lo uno y lo otro, hace que tengan que ser todos los demás, los protagonistas, los toreros, los que tengan que ceder para intentar interesar a los tendidos del sol.
Toreros de la talla de Urdiales, Ortega o Aguado han sido capaces de mantenerse en el terreno del toreo clásico, ajenos a lo que más atrae a las peñas. Y lo mejor es que han conseguido abrirse hueco entre los aficionados más cabales, serios o partidarios del clasicismo y la naturalidad. Ni un solo guiño de ponerse de rodillas, de plegarse a las espaldinas, han necesitado para que en directo, y más desde la televisión, gozar del reconocimiento de los aficionados.
Y es que respetar esa tan particular personalidad de la plaza no es obstáculo, y mucho menos contradictorio, para que la valoración que se haga de lo que sucede en el ruedo tenga lugar. Las cosas bien hechas siempre estarán bien hechas y todo lo demás estará bien, pero siempre será un atajo para llegar con ventaja al aplauso más fácil.
Dicho todo esto con el respeto a todos los toreros, capaces de ponerse delante de los pitones que allí se exhiben. Mi opinión es que el toreo es el arte de torear y lo demás no deja de tener un claro carácter de oportunismo.
Y a todo esto, nos anuncian los carteles de Bilbao, con sorpresas incluidas.
Se anuncian dos despedidas de figuras que han llenado plazas y carteles durante las últimas décadas: Enrique Ponce y Pablo Hermoso de Mendoza. A pie y a caballo dos de los grandes que, viniendo del siglo veinte, han hecho su carrera de éxitos en este siglo. Bilbao ha sido feudo habitual de esos triunfos, de ahí que se les dedique un adiós especial en esta feria 2024.
Vuelve a las oscuras arenas de su ruedo el torero que más claro ha dejado su hegemonía en los últimos lustros en Bilbao, Diego Urdiales. Precisamente un lustro ha necesitado para pisar de nuevo su ruedo, en un claro ejemplo del despotismo que suele reinar en el comportamiento de las empresas taurinas, cicateras casi siempre con quienes los méritos los acumulan en sus plazas. Bienvenida, celebrada y justa esa vuelta del riojano.
Un cartel llama la atención sobremanera, el mano a mano entre Daniel Luque y Borja Jiménez con los toros de Fuente Ymbro. Interesante enfrentamiento entre dos de los toreros mas en forma del momento.
El resto del escalafón harán también paseíllo en esta Aste Nagusia, si bien echamos en falta a Morante de la Puebla, quizá por la inseguridad de su reaparición en los ruedos, y el olvido de Fernando Adrián, a quien las empresas le tienen puesta una cruz, que lleva a cuestas como puede el madrileño.
Desde Pamplona a Bilbao con el toro de plaza de primera. Antes varias ferias, como Santander o Azpeitia, acapararán el interés.