Ya adelanto que el titular no puede ser rotundo, solamente indica que ese aspecto climatológico valió en la tarde de hoy.
Tocaban hoy los ‘adolfos’ en ese guion de la empresa para anunciar tres días seguidos hierros de procedencia Albaserrada. Habían pasado ya los ‘escolares’ y los ‘victorinos’ y como diría un castizo no nos habíamos comido ni un colín. La esperanza no ha de perderse, pero para la próxima será mejor anunciarles en tardes no consecutivas, salvo que lo que se quiera sea enterrar el encaste.
Este encaste, de aficionados, han salido de ruina, máxime si dan tres tazas llenas, ello puede potenciar los encastes de las figuras, léase Domecq, aunque en esta feria también se han mostrado como ruinas. Pueden ir por ahí los tiros, como digo, pues en tres tardes seguidas de ‘grises’ el resultado no puede ser más frustrante.
Sin embargo, había un as en la manga, y ese era la lluvia. En cuanto apareció es como si hubiera limpiado la contaminación en la plaza, y lo que era gris comenzó a parecerlo menos. Los tres primeros lidiados de Adolfo Martín, fueron blandos y descastados, faltos de raza y la gente sumaba quince en los tres días. Alguien debería arreglar el estado soporífero en el que se encontraban en los tendidos, y eso fue lo que hizo la lluvia.
Para empezar, despertó a los que se dormían en el tendido quienes, sorprendidos y sin paraguas para la ocasión, hubieron de salir corriendo a toda prisa. Avivaron a uno que por arte de magia apareció en el tendido con dos bolsas de chubasqueros y, éste, se hizo de oro en un rato. Ven, eso no había sucedido ayer ni anteayer, habían cambiado las cosas con la lluvia.
Los espectadores de gradas y andanadas se contagiaron de tal jolgorio y se pusieron a jalear a Antonio Ferrera que daba pases al primero que dejaba dárselos en la tarde. La euforia que se levantó fue tan grande que parecía que en la plaza estaba Joselito y Belmonte, viendo como rugían los olés de los no mojados. Ni tanto ni tan calvo, todo fue un poco mejor de lo visto con anterioridad, pero ni mucho menos se correspondía con aquellos olés tan sonoros.
Los tendidos así por la lluvia, los de gradas y andanadas jalearon de lo lindo
Después llegó Escribano y se fue de nuevo a portagayola, lo había hecho también en su primero, y eso parecía más valeroso y resultó más aplaudido que antes, cosas de la lluvia que estaba haciendo milagros. El toro, como el anterior de Ferrera, cuando no estaba rodando por la arena, embestía con cierta suavidad y los olés explotaban en el aire como en un castillo de fuegos artificiales. Mató de una estocada trasera y desprendida y la locura inundó de pañuelos los pisos altos y el presidente miró para abajo, no vio ninguno en los tendidos -no había nadie- y no supo contar los que reclamaban la oreja por encima de su cabeza. Eso sí, vuelta para el pundonor del sevillano.
Para el sexto ya estaba bendecido todo por la lluvia, al parecer los toros dejaron de estar asfixiados por el calor y se dejaban dar dos pases seguidos. José Garrido le dio algunas verónicas de buen corte y con la muleta en mano, y tras brindar al respetable, le hizo una faena de intermitencias pues el ‘adolfo’ se dejaba más que ninguno. Regresaron algunos a los tendidos tras parar la lluvia y ya los olés no fueron tan eufóricos, aunque fueran mejores pases que los de sus compañeros, tampoco como para embelesar a nadie, pero con cierta reunión. Mató de un espadazo allá donde cayó y entonces ya la gente quería salir antes de que empezara otra vez a llover.
Con la lluvia todo fue mejor. Refrescó el calor insoportable que hacía, mejoró el estado de ánimo de los toreros, permitió a los toros deslizarse, en el buen sentido, y predispuso a los espectadores a buscar la vía de escape para divertirse con lo poco que pudieron ver, pero que ya era mejor que lo visto en los quince ‘grises’ anteriores. Con la lluvia todo fue mejor… por lo menos hoy.