Se inauguró la temporada en Madrid y con la celebración de la primera corrida se pueden sacar varias conclusiones.
La primera es que había deseo de volver a la plaza por parte de los aficionados y así lo justifica la entrada, superando los 14.500 espectadores.
Lo segundo es que el anuncio de los toros, alguna ganadería en concreto, sí interesan. Lo de Cuadri hizo que muchos aficionados acudieran para ver este encaste tan diferente y consecuentemente su también lidia diferente. Se ve que interesan los toros… al menos en Madrid.
Seguidamente lo que se observó es la distribución de esos espectadores. Se llenaron los tendidos seis, siete y ocho, casi el tres, cuatro y cinco y en el resto se notaba más la piedra que quienes se aposentaban en ella. Resumiendo, a simple vista se apreció que a los tendidos más caros, la sombra, acudieron muy pocos, de ahí que digamos que los toros no interesan a los ricos. Se puede concluir que éstos, los ricos, solo acuden cuando en el ruedo están sus colegas ricos, las figuras, dejando de lado el tipo de toro o encaste que se va a lidiar. A los toros no van y a los toreros, aunque sean buenos, si no son ricos tampoco. Muy triste pero real.
Llenos los tendidos de sol, aunque no apareció esta tarde
Los toros de Cuadri no dieron excepcional juego para disfrute de los toreros, tampoco tienen que darlo, pero ofrecieron tercios de varas diferentes, en los que se empeñó especialmente Ferrera, y fue desigual su entrega en los caballos, haciendo disfrutar a la afición con sus arrancadas de lejos. A la muleta llegaron en general aplomados, pero hubo uno, ¡oh casualidad! de 670 kg., que permitió el lucimiento de Ferrera. Los ricos se lo perdieron todo.
Antonio Ferrera, que se llevó un trofeo ciertamente discutible, administró una tauromaquia, muy suya, de profesional muy avezado, intentando en todo momento lucir los toros luciéndose él simultáneamente. Lo consiguió en muchos pasajes, principalmente en un natural a su primero que levantó a los tendidos. Alguna tanda con la diestra al Cuadri grandón también le salió lucida. Le destacamos un quite a un banderillero con su capote azul. En conjunto, un torero al que le puede ver, fundamentalmente por ser diferente y capaz. Los ricos habrán de abstenerse, ellos prefieren la rutina.
Decepcionó Octavio Chacón, al que vimos por debajo de sus actuaciones anteriores, menos comprometido y capaz. No es que hubiera toros de triunfo, pero se afligió pronto para lo que en él es habitual. Otra vez será, pero de él se espera siempre su capacidad lidiadora y no la vimos por ningún lado.
Gómez del Pilar sí vino dispuesto como en él es costumbre, pero el lote no le dejó expresarse como hubiera querido. Ni el de Cuadri y mucho menos el de Saltillo, que sustituyó al último de la tarde, le permitieron más allá de estar entregado y valiente. Le veremos en San Isidro con la de Escolar.
No debo olvidarme de la cuadrilla de Ferrera, que saludaron en los tercios de banderillas: Ángel Otero, Miguelín Murillo y, en ambos toros, Fernando Sánchez.
Una tarde de toros, con toros de verdad en la plaza. Y es que una tarde de toros no tiene que ser sinónimo de triunfos casi cantados. Al contrario, en una tarde de toros, lo importante es el juego y la integridad de los toros, así como la capacidad de los toreros para saber aplicar las lidias correspondientes. Si se quieren éxitos asegurados hay que esperar a que los ricos terminen de llenar la plaza. El cartel de ayer era de aficionados verdaderos, no para la gente rica o del colorín.