Como suena, en hombros se marchó Julián de Las Ventas en una tarde que no olvidará, los pocos aficionados que quedan, tampoco.
Será difícil olvidar una tarde como esta, anunciada como la despedida del diestro de Velilla, donde todo estaba preparado para que el final fuera el deseado, más allá de una tarde cualquiera, de una corrida cualquiera en la plaza de Las Ventas.
Un torero madrileño de nacimiento, pero no considerado ‘torero de Madrid’, como se suele conocer a los toreros que gustan a la afición de Las Ventas. Sus 25 años de alternativa no le han sido fáciles al figurón que ha sido por todas las plazas. Madrid, su Madrid, siempre se le resistió hasta el punto de resultarle desesperante no encontrar el vínculo que le uniera a esta plaza y sus gustos toreros.
Hoy todo se volvió del revés. Quienes sí fueron siempre sus seguidores, que no son pocos, se han reunido, se han aglutinado en comunión para que su último paseíllo no tuviera como final el regreso por el mismo camino de vuelta hacia el patio de cuadrillas. Debía de ser diferente y así ha sido. Peticiones desproporcionadas de orejas han inundado los tendidos en busca del resultado final pretendido. Lo han conseguido en el quinto tras el traspiés sufrido en el segundo de la tarde.
Se puede asegurar que no ha sido una gran tarde de El Juli en el ruedo venteño, podríamos contar faenas más meritorias que las de hoy para haberle concedido trofeos, pero hoy bastaría con que la espada fuera certera y haberle visto dar algunos muletazos de buen trazo como aquel cambio de mano. Suficiente para desbordar al gentío, como esas danas que tanto daño hacen. Daño que si sufre el prestigio de la plaza.
Dicho lo dicho, si el torero se siente feliz y sus seguidores también, no nos oponemos al resultado, a sabiendas de que no volverá a suceder tras su retirada.
Quien toreó bien al natural fue Uceda en su primero, pero los asistentes no habían venido a aplaudirle a él. Rufo, al rebufo, valga el pareado, ya muy metido en la dinámica de figura, también supo obtener trofeo de los volanderos pañuelos que hoy venían muy activos.
Los resultados y la historia lo dice claro. Un figurón que ha logrado hoy su segunda puerta grande no es para rasgarse las vestiduras.
Tampoco es para dramatizar, el toreo no camina precisamente de la mano de la exigencia, todo lo contrario. Las Ventas se convirtió hace tiempo en un coladero y ahí sigue y los aficionados saben que son otros espadas los que mejor interpretan el toreo que más gusta. Así que habrá que dejar pasar este día y esperar otra oportunidad.