Una tarde más pero no una cualquiera. El encierro de los Lozano se convierte en el peor encierro de la feria.
La voluntad de los toreros no ha sido suficiente como para que la tarde tuviera alicientes para los aficionados. Con la mansada y deslucida corrida de Alcurrucén, remendada con uno de El Cortijillo que fue idéntico en comportamiento, no se podían hacer cestos con esos mimbres.
Ferrera y Urdiales saludaron una ovación más por su torería y buen gusto que por el conjunto de la calidad de lo ejecutado.
Ferrera intentó sin mucho éxito reeditar su tauromaquia pero fue prácticamente imposible. Con el primer manso, en su zona de toriles, hubo de vérselas con las violentas embestidas del encastado manso y así se hacía difícil ejecutar el toreo tan despacio como ahora suele hacer. Al final de la faena, vencida la fiereza del toro, pudo saborear unos naturales de buena factura. Le obligaron a saludar. Nada se pudo hacer con el huidizo cuarto de El Cortijillo.
Un natural con el sello de Urdiales
Por su parte Urdiales nos dejó dos lances a la verónica en el soso quinto y buenos muletazos con ambas manos que nos hicieron concebir alguna esperanza, pero era muy poco toro y sin emoción es difícil traspasar la línea que lo cambia todo llegando con fuerza al tendido.
Ginés Marín ni eso, por lo que sus trasteos quedaron silenciados. Hoy no tuvo enfrente ese ‘Poeta’ que le facilitaba las cosas y todo fue anodino.
Ni para los rehileteros sirvieron estos mansos que surcaban las arenas como si fuera la dehesa, ajenos incluso para que Fernando Sánchez se luciera. Lo hizo en uno pero no fue posible en el otro. Eso se lo debemos a la basura de encierro que trajeron a Las Ventas en una tarde en la que había depositadas muchas esperanzas.
En resumen, una tarde para olvidar cuanto antes.