Esa será la letanía que usted, amable lector, podrá leer y escuchar en los distintos medios que no son precisamente sospechosos de ser exigentes.
El exigente, según ellos, será el señor del palco, hoy llamado Jesús Magán Alonso. Ni le conozco ni falta que me hace, pero comparto con él la decisión final de la tarde. No se cuentan los pañuelos, no nos modernizamos en ese menester, y por tanto las apreciaciones siempre serán subjetivas. Y el Sr. Magán debió de serlo en contra de la opinión de unos cuantos que le abroncaron de lo lindo.
El caso es que hubo material, astados, para abrir la puerta grande y los dos mejores le tocaron en el lote al mismo, el que seguramente se estará quejando de la falta de respeto que ha supuesto para él el que el tal Magán no haya sacado un pañuelo. Es normal, le echan más ganas a la hora de quejarse que a la de poner el toreo patas arriba con dos faenas monumentales.
De esas no hubo, ni con el bendito colorado que le tocó en primer lugar, ni con el último que era bendito pero un poco menos, ya que para llegar a lo beatífico del colorado de Domingo Hernández era imposible. No hemos visto bombón como ese en todo lo que va de feria. Tras de un inicio de faena primoroso, además de los buenos lances de recibo a la verónica, parecía que la faena alcanzaría honores de gala, dada la condición del bendito llamado Poeta, pero estuvo más en las posturas y en la compostura que en una autenticidad arrebatadora -resultaba difícil con el merengue que había enfrente- y tras una estocada le pidieron la oreja ¡ojo! Una oreja le pidieron y no las dos que llevaba colgando Poeta.
Ahí estaban las dos orejas que necesitaba Ginés Marín para salir en hombros, pero ni siquiera le hizo falta al 'mal presidente' ponerse terco ni borde, el público no quiso darle más. Bastaría con poner sobre la mesa la faena al sexto y compararla con la del tercero para llegar a la conclusión de que no tenían el mismo valor. Hubo petición, sí, no se si mayoritaria, pero es que el peso de lo hecho distaba bastante, tanto con muleta como con espada, de la faena anterior. Solo las dichosas bernadinas animaron los tendidos para aflojar los pañuelos. Resumiendo, pudo salir en hombros pues tuvo toros para ello y no necesitaba ni de lejos al hombre del palco. Si no salió es algo que esta en su debe y no en buscar culpables en otro lado.
Castella pechó con el peor lote, en el que había un remiendo de Buenavista, pero estuvo desganado y como enfadado con su mala suerte en este día. Pues que se anime que le queda otra. Álvaro Lorenzo, en cambio, ha terminado con las tres oportunidades con la que se ha presentado en la feria. Su labor pudiendo haber volado más alto, su primero tenía opciones, se ha quedado perdida en el camino. Le merece la pena examinar su triste paso.
Los toros, remendados, mal presentados y con esas características propias de esta ganadería, han permitido premios mayores que los toreros han desperdiciado. Tres toros de seis, con las orejas colgando, es una buena media. De seis orejas solo se les ha cortado una a esos benditos… por nobles aunque no por bravos. Quizá ahí, en esas dulces facilidades, se pierde la emoción necesaria para optar a los triunfos grandes.
Con los rehiletes destacaron Rafael González y Alberto Zayas que saludaron una ovación, pero hemos de mencionar también a José Chacón y Rafael Viotti.