He estado toda la tarde preguntándome de dónde eran los toros. A uno y otro lado mis compañeros, o mis vecinos, de localidad me daban todo tipo de explicaciones que, ni más ni menos, eran sencillamente toros de las Ramblas.
Claro que si durante el primero me lo dijeron, en el segundo me lo repitieron, en el tercero me lo reafirmaron, pero yo llegué a la conclusión en el cuarto de que los toros sí podían ser de Las Ramblas, pero por su poca contribución a la fiesta, por su poca o nula forma de embestir y de su comportamiento durante la lidia, a mí me parecían que eran de Las Ramblas… de Barcelona.
Desde esa ciudad es imposible que pudiera venir algo a Madrid que sea bueno en relación a la fiesta de los toros, al margen de otras cosas que tampoco son buenas, pero nos estamos refiriendo a que mandándote algo, a Madrid, desde aquellas Ramblas, no puedes esperar nada bueno. Y así se dio la tarde desde el primero hasta el sexto, ese ganado no tenía intención nada más que de hacer daño, evitando con todas sus ganas contribuir a la fiesta más arraigada en España, aunque prohibida, y despreciada, por esas latitudes catalanas.
Posiblemente, y en ese caso, debe ser que muchos aficionados que sabían, o sospechaban, de dónde podían venir los toros, optaron por no ir a la plaza, siendo hoy la entrada más pobre de la feria. Ahora podemos afirmar ya que con razón, por culpa de esos toros, que no por culpa de los toreros anunciados y que durante la tarde han hecho lo que estaba en su mano para poder salvar la difícil papeleta. Ellos y sus cuadrillas si les invitan mañana a visitar Las Ramblas de Barcelona, te dirán que ya bastante han pasado esta tarde delante de los pupilos de allí como para que se lo sigas recordando.
De entre la terna hemos de destacar que Morenito de Aranda fue quizá el más damnificado, sus toros le dijeron desde el capote que no estaban dispuestos a que les diera ni un pase.
Juan del Álamo tuvo mejor suerte y a sus manos fue a parar el menos ‘catalanista’ de los toros traídos a Madrid. A su primero le dio fiesta a su manera que, por cierto, no coincidió con los gustos ni con lo que esperaba la afición. A su segundo, que se le olvidó menos que venía de una zona antitaurina, pues a abreviar y en paz.
Los inmensos pitones entraron dos veces a por Campos, pero las dos salieron sin dañar
Del más joven, y nuevo, Tomás Campos, podemos decir que no le impresionaron sus oponentes y eso que hicieron méritos para que así fuera. Prendido de forma dramática en dos ocasiones y ahí se pudo comprobar que sabía poco el ejemplar del cómo hacerle daño, pues salió ileso en ambos casos. Le vimos valiente y torero con ganas de hacer las cosas como debe ser. En el último turno volvió a mostrarse con las ganas de hacer las cosas bien y por derecho, sin opciones reales de lucimiento, pero tuvimos la suerte de que nos dejara el sabor de un puñado de muletazos como para desearle ver pronto de nuevo.
Lo mejor, finalmente, fue la menor duración de entre todas las corridas celebradas. Esa falta de ganas por parte de los toros de favorecer la fiesta, fue lo único positivo que nos dejaron.