Tras de un par de días ausente por ‘lesión’ he vuelto a Las Ventas, después de ver los festejos por la tele.
Se abrió de capa Urdiales pensando que podría repetir lo del otro día, los aficionados también lo deseaban, pero aquello no podía ser y no cogió vuelo a pesar de su interés. Esa fue la tónica posterior en cada uno de los toros, porque en toda la tarde fue imposible ver una verónica por parte de ninguno de los diestros.
Tras lo de ayer, con la corrida de Santiago Domecq, no se podía esperar que hoy repitiéramos suerte, pero tampoco que nos cayera la maldición de una corrida basura.
Lo que mandaron a Las Ventas los Lozano, superó para peor el encierro que mandaron el pasado día 18. Ganas tienen de repetirles mientras otras se quedan en las fincas. Lo llamo de la basura porque su presentación ha sido pobrísima, porque han manseado más allá de la frialdad de su encaste, porque no es que fueran blandos, es que embestían mortecinos, la casta no la exhibieron y los que ‘se dejaron’ lo hicieron con condición borreguil.
Con ese panorama se encontró la terna y cada uno hizo lo que pudo, que no significa que fuera el toreo güeno ni cabal, pero aprovecharon que los astados iban y venían, como cumpliendo un papel, para darles fiesta en algún caso y aplicación técnica en otro.
Al diestro riojano fue a parar el de las embestidas más mortecinas, el primero, que casi llegó a morirse sin necesidad de matarlo, -la fiesta totalmente por los suelos la teníamos ya en el primero- y hubo que levantarlo literalmente para que Urdiales le recetara una estocada. Para completar la suerte en el lote, también le tocó el más manso de la tarde y fue, y era, inútil sacar partido de aquello. Aún así, algún muletazo tuvo su clásico sello. La estocada fue letal nuevamente.
Talavante se ha querido mostrar hoy como torero de amplio espectro. Ha hecho de todo y ha mezclado distintas tauromaquias, desde muletazos de clase a codearse con la ambición de los novilleros toreando de rodillas. Todo eso ha hecho, pero poco ha llegado a tener profundidad y hondura ante toros blandos y borreguiles como ya he dicho. Luego las espadas se le siguen atragantando y ha sido solamente ovacionado.
Precisamente, hablando de espadas, posiblemente hayamos visto la mejor, hasta ahora, estocada de la feria. Con ella cerró la tarde Daniel Luque, siendo lo más valorado por los aficionados. El palco, él sabrá por qué, concede orejas por metisacas y hoy niega con la estocada casi perfecta.
Luque, firme la planta, enroscándose a su primero
Antes, el sevillano se ha entretenido con jugar con su lote, adaptándose a las condiciones de sus toros. Si en el último fue la gran estocada, en el anterior, tercero de la tarde y el más bonancible, las luquesinas fueron el colofón a la faena, técnicamente perfecta, que Luque propinó a ese burel. La construyó a base de dejar la muleta en la cara del toro una y otra vez, dando pases, a veces, sin solución de continuidad, pero que carecían de mayor emoción dada las embestidas casi borreguiles. Al público le gustó el trasteo, pero fue insuficiente para concederle una oreja. De haber estado el presidente menos estricto, como pasó ayer, se puede decir que Luque habría salido en hombros. No es mi opinión, pero se podía haber dado.
Si ayer se dijo que los toros estuvieron por encima de los toreros y hubo una salida en hombros, hoy los toreros han estado por encima del ganado y no se ha cortado ni una oreja. Cosas de los palcos y de los públicos, diferentes en gran medida, de Las Ventas.
De las cuadrillas hoy ha destacado Iván García que ha saludado una ovación tras banderillear al tercero.