Curro Díaz ha puesto de manifiesto sobre la arena venteña que su exclusión de San Isidro es una injusticia.
De entrada, esa es la primera conclusión. Sabemos que a pocos puede extrañar que su toreo, sus muñecas, rozan momentos de sublime belleza, de profundidad y hondura que otros diestros no poseen. Se sabe, pero a alguien, o a algunos, debe molestar lo suficiente como para que nos priven de un toreo tan personal.
Venía el linarense hoy, en este Domingo de Resurrección, a reivindicar ese puesto que le han negado en el ciclo isidril y ha estado dispuesto desde que se abrió de capa en su primero. El de Las Ramblas no tenía fuelle, o más bien no tenía nada, pero Curro ha logrado superar la prueba con oficio y su estética cabal. La estocada fulminante.
Uno de los naturales de Curro de indudable belleza
Esa estocada, ese cierre, sería a la postre lo que hubiera necesitado con su segundo de El Tajo, para haber obtenido un triunfo seguro, pero la espada siguió un camino equivocado y le truncó ese claro trofeo que tenía en sus manos como artífice de una faena pletórica de elegancia, naturalidad, belleza, armonía y, por momentos, de una grandísima profundidad. Los naturales brotaban de sus muñecas, de sus sentidos, enormes los realizados a pies juntos, y todos los aficionados se conmovían al compás.
La tarde, por lo demás fue un despropósito. La empresa no puede programar un festejo de la relevancia de este día sin contar con toros adecuados. Cinco ganaderías cinco, El Tajo, Martín Arranz, Las Ramblas, Martín Lorca y Escribano Martín (los dos últimos como sobreros) hemos visto salir al ruedo. Bien podían habernos avisado de que era una corrida concurso. Claro que en ese concurso el premio hubiera quedado desierto, a los toros les faltó de todo, desde presencia y fuerzas a bravura. Un desastre para la que se supone la primera empresa del mundo.
Los diestros pusieron de su parte las ganas de agradar, pero no era fácil brillar ante lo que tuvieron delante. Borja Jiménez confirmó alternativa y podemos decir que lo hizo con absoluto decoro, intentado agradar de todas las formas posibles. José Garrido penó con el peor lote, aunque estuvo frío y conformista.
Tan malo fue el juego de los bovinos que no pudieron lucir banderilleros de la talla de José Chacón o Curro Javier por poner otro ejemplo de la tarde.
Sólo las muñecas del torero de Linares, con el ganado lidiado, despertaron al personal e hicieron sonar olés sentidos en los tendidos. Curro ilusiona y, al final, decepcionados quedamos todos.
Curro Díaz dejó su sello en Las Ventas. La empresa ahora es quien debería tomar nota para reparar el daño causado al torero y a los aficionados. Como dijo uno a mi lado ‘si no torea Curro me aburro’. Pues eso.