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    La locura

    La locura fue extendiéndose por todos los tendidos de la plaza allá cuando la tarde tornaba en noche y se estaba realizando la faena del sexto.

    Quien estaba delante del toro de Parladé, alegre y pronto en sus embestidas, era un tal Roca Rey, un torero peruano que actualmente se ha encaramado a la cima del escalafón de matadores de toros.

    Seguro que no es Curro Romero, tampoco José Tomás, ni el que mejor torea, pero gustos al margen, su determinación es inequívoca y sus deseos de triunfar se trasladan al tendido y, de ese modo, va hilvanando una angustia compartida en su repetido pasarse los pitones por cualquier parte de su anatomía.

    Había sido prendido de forma muy violenta al recibir al segundo bis, del Conde de Mayalde, precisamente por despreciar las distancias y las enfurecidas primeras embestidas del astado. De allí salió con una cornada de seis centímetros y deshecha la taleguilla, pero continuó en el ruedo para matar -mal matar- al astado, tras una faena encimista y porfiona.

    Tras salir de la enfermería la disposición del peruano fue aún mayor y quien más quien menos estaba convencido de que allí pasaría algo si el mansito pero encastado Parladé mantenía el ritmo de los primeros compases de la faena. En el centro del platillo plantó sus zapatillas el limeño y se sucedieron las series por uno y otro pitón, con menos y más hondura respectivamente. La plaza empezaba a entrar en un delirio colectivo y faltaba, tras las bernadinas de infarto, que la espada fuera certera, y lo fue. Los pañuelos no hacía falta contarlos hoy. Las dos orejas certificaban quién es el que domina el escalafón.

    Con él compartió cartel El Cid, quien se anunciaba sería su última tarde en Madrid y la afición le obligó a saludar al deshacerse el paseíllo y recoger una fuerte ovación tras matar su último toro en Las Ventas. El de Salteras quiso en ambos, estuvo dispuesto, pero la sosería de sus toros le impidieron transmitir algo al tendido. Estuvo intentando que aquello llegara más lejos, pero no llegó a parte alguna. Madrid, que tanto le aclamó en tiempos pasados, le despidió con mucho cariño.

    Entre el veterano espada y el arrollador peruano actuó López Simón y se entretuvo en dar muchos pases y ninguno bueno. Las bernadinas finales, que parecen el pase de moda, gustaron a un público que todavía no había visto al de Lima, y tras matar de forma deficiente le regalaron una oreja de poco peso. En el quinto, que se encerró en tablas, estuvo por allí como queriendo pero sin que nada resultara mínimamente interesante.

    La tarde iba a ser para quien parece ser manda en esto actualmente. Un público tan entregado como él lo aclamaron en la salida final en hombros. ¿A cuánto están ahora las entradas para el día 30? Los que las sacaron antes hicieron bien.

    Para las cuadrillas hoy no fue su día.

    SOBRE MI

    Nací en Madrid en Marzo de 1948. Mis primeros trabajos periodísticos los realicé en la crónica deportiva, principalmente en el mundo del fútbol. Más tarde, otras actividades profesionales me alejaron durante mucho tiempo de la labor periodística. 

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