Todo el mundo sabe lo que es un autobús, también sabe lo que es un aficionado.
Con esas dos piezas, y no hace mucho tiempo, el matador de toros Jesulín de Ubrique describió, según él, que los aficionados que había, todos juntos cabían en un autobús. Una forma de mostrar al mundo cómo los aficionados de verdad a los toros, con sus correspondientes conocimientos sobre toros y toreo, eran tan pocos que bastaba un autobús para acogerlos.
Una forma, también, de señalar que quienes llenaban las plazas, máxime cuando actuaba él, eran público en general sin conocimientos y que, por tanto, no necesitaba ninguna ortodoxia en su toreo, ya que quienes gustaban de verle no exigían nada en particular, como sí hacen los aficionados de verdad, esos que, según él, cabían en un autobús.
Aquella frase quedó en una anécdota, una gracia del torero gaditano, pero con el paso del tiempo me ha parecido oportuno sacarlo de nuevo a la palestra. ¿Tenía razón Jesulín? Es seguro que no, pero el mensaje era elocuente, muy gráfico. En las plazas, en sus tendidos, hay más espectadores que ignoran el conjunto de la tauromaquia, que aquellos otros que la conocen, así como conocen los reglamentos y saben identificar los encastes y los distintos pases que ejecuta un torero. Y, por supuesto, el modo de hacerlo, desde la verdad o las ventajas.
Pasado el tiempo, hoy mismo, es todavía más evidente ese desequilibrio de conocedores e ignorantes. La lógica nos dice que, a pesar de que se han acercado muchos jóvenes a las plazas, ávidos de aprender, son muchos más los viejos aficionados, guardianes de la autenticidad de toro y toreo, que se han quedado en el camino, y es que la edad es un juez implacable.
Por eso la asistencia a las plazas no goza de buena salud. El espectador de paso necesita de las ferias y de los carteles con nombres de toreros llamativos. Eso es fácil de ver y comprobar en estos tiempos. Basta con saber que Roca Rey lleva más gente que Morante, siendo éste al que la afición y la prensa acreditada le han colgado recientemente el máximo cartel de torero para la historia. Las gestas y logros del de la Puebla han recorrido todos los rincones del planeta de los toros.
Obsérvese, que en ese ‘planeta de los toros’ habitan los aficionados, quienes han reconocido que está muy por encima del resto de sus compañeros. Aún así, y volviendo a la plaza donde realizó la faena que le ha encumbrado, en su siguiente actuación, dos días después, no se llenó la Maestranza. Justo un día antes sí se colgó el cartel de ‘no hay billetes’ para ver al peruano.
Lógico si partimos de la sentencia de Jesulín, es verdad que hay menos cantidad de aficionados que de espectadores que acuden empujados por el ruido de la figura de moda. Sin duda, en la calle es más popular Roca Rey que Morante. Todo lo contrario, sucede con la opinión y elección de parte de los aficionados.
La realidad es tozuda y Jesulín solo se equivocó en una cosa. Exageró en exceso, los aficionados de verdad son más y no caben solo en un autobús, necesitan por lo menos ‘dos autobuses’. Así que no presuma de haber dado en la tecla. Lo que no cabe duda alguna es que para hacerse un buen aficionado hay que ir a los toros e irse curtiendo y formándose en el conjunto de las reglas y expresiones de la Tauromaquia. Entonces, no es malo que asista gente desconocedora de la integridad y la autenticidad a los toros. Si quieren ir, aunque en la plaza no estén los toreros que ejecutan el toreo más puro y mejor, que vayan. Siempre podrá surgir de entre ellos, finalmente, un aficionado de verdad. Llegará el día que no le arrastre a la plaza la marea y quiera subirse también al autobús. ¡Bienvenido!