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    ¡Cuídate del toro!

    Este consejo era, es, y debería seguir siendo, el pilar fundamental para todo aquél que quiera ser torero. Los demás consejos deberían ir en segundo lugar.

    Nos referimos a todos aquellos que afecten al cómo y cuándo echar el capote o la muleta adelante, si torear en línea o cargar la suerte, al cómo entrar a matar, a cuánto ha de contratarse con las empresas, incluso en cómo debe invertir el dinero que se gane delante del toro. Múltiples consejos habrán de darle, pero el primero el de ¡cuídate del toro! pues no es un amigo.

    Esperar que el astado, por naturaleza, colabore con tu causa es, o debería ser, una utopía. De ahí que hay que cuidarse del toro y no cuidarle a él, que es lo que se lleva haciendo en más de las tres cuartas partes de los festejos que se celebran.

    Hoy, en Las Ventas, si los diestros no han recibido ese consejo, malos consejeros llevaban al lado, como para despedirles de inmediato. Cierto es, que la obligación, incluso el derecho, del torero es arriesgar, dar el paso hacía delante, para superar los obstáculos que le presente su lote y así poner piedra sobre piedra en la consecución del triunfo. Todo eso está muy bien, pero lo primero cuidarse.

    Decíamos que el cuidarse es el pilar fundamental y El Pilar, sus toros lidiados hoy, lo salían gritando desde su salida al ruedo por si se les había olvidado a los equipos de los toreros recordárselo. A pesar de lo uno y lo otro, la terna voló por los aires, haciendo bueno aquello del cuidarse de los cornúpetas lidiados.

    Quien peor suerte tuvo, precisamente en la suerte suprema, fue Gonzalo Caballero, quién en ese momento, y otros anteriores, se olvidó de cuidar su anatomía, tales eran sus deseos de triunfar y no retroceder. Toreó el más toreable de los lidiados, con pasajes meritorios, y quizá de ahí fuera olvidándose del consejo cuando entró a matar. Una cornada importante sufrió el madrileño por su apasionado arrojo, tras un trasteo vibrante con la muleta.

    Tres hubo de lidiar y matar por ese percance el salmantino Juan del Álamo. El de Ciudad Rodrigo tuvo más suerte en el volteretón que le propinó su primero y del que salió ileso ni se sabe cómo. Afanoso toda la tarde pechó con las desiguales embestidas de su lote de tres astados, brillando en algunos pasajes y perdiéndose en otros, todo hecho con más entrega que calidad en su toreo. Tocaba cuidarse si no quería volver a volar. Tras matar a su primero el toro le pegó un arreón al que respondió con una carrera en la que se le vio visiblemente mermado por la voltereta anterior. El público le premió, asustado todavía, con una vuelta al ruedo.

    Arreando, decíamos, y apretando fue la tónica general de los toros lidiados hoy y de ahí surgió otro de los tensos momentos cuando José Garrido se vio atropellado por su primero. Para el extremeño fue el peor lote, si es que hubo alguno mejor en la tarde. También hubo de pechar con el mal estilo de los toros que, es evidente, no fueron enseñados para colaborar con la fiesta moderna. Eran toros de los de antes, de los que hacerse con ellos ya era una difícil labor. Nos dejó alguna buena verónica como recuerdo.

    Los toros recuperaron hoy su sitio, ese que consiste en llamarles enemigos antes que amigos. Donde cuidarse de ellos ha de ser el principio básico de quien quiere vestirse de luces. Una de esas tardes donde nadie podía estar aburrido ni distraído y los que menos los hombres de luces. Y es que la casta no tiene por qué dar facilidades.

    Mencionamos hoy entre los subalternos a Antonio Chacón por su buena actuación con los garapullos.

    SOBRE MI

    Nací en Madrid en Marzo de 1948. Mis primeros trabajos periodísticos los realicé en la crónica deportiva, principalmente en el mundo del fútbol. Más tarde, otras actividades profesionales me alejaron durante mucho tiempo de la labor periodística. 

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