Una tarde entretenida gracias al encierro y la disposición de la terna.
La llamaban la corrida de los jóvenes, pero la verdad es que ya no eran tan jóvenes los actuantes. Aunque mirándolo bien, como abundan los de veintitantos años de alternativa, tener solo seis, siete u ocho años de matadores, pertenece al mundo de la lactancia.
Un variado encierro de comportamiento se lidió, ya era hora, y ello permitió que se sucedieran momentos diferentes a los plomizos habituales cada tarde cuando el ganado es descastado o manso total. Hoy, al menos, se han vivido emociones a través de ese no querer colaborar deliberadamente de los astados. Les aseguro que no es poco, diría que es mucho para los tiempos que vivimos con los toros borregos o tontos de solemnidad.
Con ellos destacó de inmediato el arrojo y las ganas del valenciano Román, quien dejó su sangre allá en su última actuación de 2019 y que la ha vuelto a dejar hoy, aunque con menos gravedad.
No se le puede pedir más a quién ofrece todo lo que tiene y por ahí ni un pero al torero valenciano. Lució al primero dándole distancia y fue administrando series con buen trazo, destacando la decisión y la entrega siempre a más. No hubo exquisiteces que este torero no tiene, como tampoco una fusión al completo con Retozón, un gran toro, pero sobresalían las ganas de triunfo por encima de todo. Tras matar de estocada trasera y descabello, una justa oreja al esportón.
En el cuarto la pelea fue más allá con el incierto y manso que le cupo en suerte. Redobló sus ganas y arrojo para acaparar la atención del respetable y salió prendido por el gemelo en tan ardorosa pelea. No se arredró y siguió exprimiendo todo lo que el animal tenía y, tras de estocada perpendicular y una petición menor, dio una aclamada vuelta al ruedo, visible ya la sangre pierna abajo.
La tarde para Gonzalo Caballero comenzó con un susto de aupa al verse arrollado en el saludo capotero, perseguido y recogido del suelo junto a las tablas. Un susto para todos y fuertes traumatismos para el espada. Conmocionado siguió la lidia, observándose las limitaciones que le aquejaban. Tras pasar por la enfermería salió a matar el quinto y tampoco pudo remontar el vuelo su actuación. Muy mal con los aceros.
David de Miranda saludó a su primero con buen tono a base de verónicas. Estatuarios para comenzar faena, muy ceñidos, pero ambos trasteos se fueron apagando ante el lote menos potable del encierro del que, como dijimos, ofreció un interesante y variado juego.
Hoy no hubo puertas grandes blancas, seguramente porque ningún espada vistió de blanco, pero también porque hoy ese honor estaba reservado para el Real Madrid, quién abrió de nuevo la puerta grande de la Champions, por supuesto, de blanco.