El optimismo, tras los episodios vividos, ha de ser moderado, pero tomemos ejemplo de nuestro entorno.
Desde hace una semana vivimos la aventura de empezar de nuevo, con limitaciones sí, pero afrontándolo con la suficiente valentía como para emprender el camino nuevamente. No se pueden desestimar los riesgos, pero tampoco debemos atemorizarnos tanto como para quedar atenazados.
Tomemos ejemplo. Bares, restaurantes, tiendas, centros comerciales, aeropuertos… todos han abierto las ventanas para que entre de nuevo el sol. Sin minimizar los riesgos, se han lanzado a reconstruir su presente y su futuro, aparcando de momento el reciente pasado. Ese es el único camino para enfrentarse decididamente a este toro fiero al que llaman Covid-19.
Sabemos que su lidia no es fácil, pero mucho peor es amedrentarnos y no dar la batalla. En nuestra parcela, nos sentimos toreros, somos toreros. Es por ello, ante ese peligro, que hay que saber crecerse. El toro de la inactividad no se va a torear solo desde casa, hay que hacerlo desde los cosos.
Tengo la sensación de que hay mucha pierna retrasada, mucho pico, y demasiadas precauciones entre los empresarios taurinos. Al contrario que en otras actividades, donde han dado el paso al frente, en muchos casos a sabiendas de las dificultades y las nulas posibilidades de hacer un buen negocio, pero han cogido el toro por los cuernos. Curiosa metáfora que, inexplicablemente, no han imitado sus colegas taurinos.
Tomemos ejemplo, el mundo y el éxito es para los valientes. Es más, seguramente seamos el sector que más carne deba poner en el asador, si es que queremos que la Fiesta, nuestra fiesta, tenga la presencia que le corresponde entre la sociedad.
Esta es la única manera de darle la vuelta al tiempo perdido
Ya no estamos en la fase de un espectador por cada nueve metros cuadrados, ahora solo un cálculo sin ilusión alguna es que el que tira hacia atrás al empresariado. Ese cálculo del presente es el que arruinará el inmediato futuro.
En su defensa solo les queda un saldo de números rojos, pero esa expectativa es la misma que para otros negocios. Quienes más claro lo han tenido no han abierto sus persianas, han dejado el cierre echado. Piensen en lo que ello significa, el olvido. Mal que nos pese, no somos una actividad esencial y no sería necesario recurrir a ella tras un prolongado cierre.
Grave responsabilidad de quienes tienen la llave de la apertura de las plazas, a las que en muchos casos las administraciones deberían echar una mano. Al menos aquellas que dicen estar comprometidas con la causa de la Tauromaquia. Sin toros, les aseguro, se puede vivir. Ojo a esa simple y sencilla ecuación.
Antes de que sea demasiado tarde, abran sus ojos, pero sobre todo abran las plazas para que entren los toros y el sol, dos elementos que pueden cambiarlo todo. Las personas, ya sean toreros, ganaderos, empresarios y aficionados, podemos flexibilizar nuestro comportamiento, pero el toro ha de salir como sale el sol cada mañana. Si el toro no sale, estén seguros, que los enemigos no van a sacarlo.
Tomemos ejemplo. Otras actividades han tirado de ilusión para recuperar el tiempo perdido. Una actividad tan romántica como la nuestra no puede quedarse anclada en un raquítico cálculo aritmético. Tomemos ejemplo. ¿O es que va a resultar que esta actividad no era de riesgo?