En estos últimos días son muchas las ciudades que han acogido lo que se ha dado en llamar ‘Paseos Taurinos’.
Salamanca, Sevilla, Valencia, Albacete, Barcelona, Logroño, Valladolid, Murcia o Badajoz, entre otras, han visto pasear a los aficionados a la fiesta de los toros, también muchos profesionales y, en todos los casos, lo han hecho con una alta participación.
Era ya la hora de salir a la calle a decir alto y claro que ‘Somos cultura’ por mucho que les pese a determinados sectores. Las leyes así lo recogen, pero donde más y mejor se recoge es en las entrañas de los pueblos, ahí es donde radica la cultura. Y puestos a reivindicar, digamos que la cultura del toro es tan antigua como la vida misma.
Las cuevas de Altamira, sus pinturas, no recogen futbolistas, ni siquiera se adivina político alguno en sus paredes, el toro se quedó grabado, seguramente, para que hoy puedan entenderlo, si es que les apetece, aquellos que ejercen una cultura de bolsillo. Cuando llegó el cine a nosotros, ese del que tantos cacarean, los toros llevaban con nosotros miles de años.
No trato aquí de mostrar la historia vivida del toro con el hombre, ya se ha hecho muchas veces por personas más documentadas que yo, lo que sí quiero resaltar es que no sabemos cómo seríamos de no haber coexistido con el toro. Ese fue el primer paso, después llegaría la Tauromaquia, tal como la hemos heredado desde siglos atrás. Sin olvidarnos que el toro sigue siendo el rey de nuestras calles y plazas, donde es el pueblo, llana y sencillamente, quien lo quiere mantener en sus calles. Esa es nuestra cultura, una cultura que no puede ser más del pueblo.
La Plaza Mayor de Salamanca en el final del 'Paseo Taurino'. Foto: Salamanca rtv
Las marchas de esa cultura taurina, en nada se parecen a esas ‘manchas’ de la cultura de quienes, para hacer valer ‘su cultura’, quieren echar a un lado la cultura que no les gusta o simplemente discriminan la que les gusta a otros.
Estas marchas taurinas se hacen desde el respeto, con inequívoco orden cívico, guardando formas ajustadas al estado sanitario en el que nos encontramos. En resumen, se hacen en paz, sin alterar ni romper, solo reclamando lo que sin duda alguna es justo. Somos cultura y nadie podrá despojarnos de ello.
Pero es verdad que se necesita proclamarlo a los cuatro vientos, hacerles saber a nuestros gobernantes que no vamos a tolerar se pisoteen derechos, tampoco ninguneos propios de otros tiempos y otras épocas. Las raíces de la cultura taurina son en sí misma las raíces del pueblo, pero también las raíces de la vida.
Por si todo fuera poco, que no lo es, nada tienen que ver las formas con las que se defienden estos derechos, esta protesta legítima, con las formas y modales con las que otros, que se dicen ‘más cultos’, suelen manifestar sus exigencias. Un ejemplo de cultura, pero también de educación, civismo y respeto.
El mundo del toro, de este modo, está gritando ser cultura, pero al mismo tiempo, también demuestra ser modelo de educación y respeto para con todos.