Por desgracia llevamos tres meses sufriendo y no solo por la dichosa pandemia del COVID-19.
En España padecemos, como digo, con el virus, pero también con las fases y, a veces, mucho más con los desfases. Ambas cosas dirigidas o confundidas por nuestro gobierno, que no termina de aclararse en nada. Lo mismo dice una cosa a la mañana y la rectifica a la tarde, que la dice por la noche y la cambia a la mañana siguiente. Todo de una claridad, que parece barro.
Lo único que parecen tener claro es cómo asfixiar la Tauromaquia. Ahí están todo el gobierno en pleno de acuerdo, en sintonía. En eso, no cabe mayor coordinación entre las dos docenas de personajes. Será lo único en lo que no cambian de la mañana a la noche, o de uno a otro. Qué pena que la coordinación y el acuerdo esté solo y, precisamente, en eso.
El B.O.E. se ha convertido de obligada lectura durante el larguísimo estado, pues en él van vertiéndose las directrices para con el comportamiento que han de guardar los ciudadanos, así como el coladero por el que entran cada día leyes que para nada son urgentes o necesitaban de tan poca luz y taquígrafos. Es decir, la aplicación de no hay mal que por bien no venga, aunque ese bien sea solamente para el uso de algunos.
Son bonitas las plazas de toros cerradas, pero las preferimos abiertas
Volviendo a los toros, a lo que nos ocupa, y preocupa mucho más, ese único cierre de filas gubernamental va decididamente a por un cierre de plazas. Así se desprende de las medidas que exigen que se adopten para poder dar de nuevo espectáculos. A partir de hoy, 8 de junio, se reanuda la actividad taurina, dicen con todo el cinismo del que son capaces. ¡Y un huevo! respondería un castizo.
Ábranse las plazas con un máximo de aforo del 30%, pero con un máximo de espectadores de 400 personas durante la fase dos. ¿Saben de qué hablan?, no, pero sí saben qué es lo que ofrecen: NADA. O bien ignoran que los aforos de un 30% en una plaza de tercera alcanzarían cerca de unas 2.000 localidades y en una de primera de 6.000 -en Las Ventas 8.000-, o bien son tan cínicos que con una mano parece que dan, 30%, y con la otra te chulean, 400 espectadores. Cines y salas hay que al 30% podrían acoger casi esos 400 espectadores y serían recintos cerrados.
De igual modo, si se aplica el 50% de aforo en la tercera fase. Las Ventas, la plaza más emblemática, daría cabida permitida a 800 personas, lo que le impediría llenar ni dos filas de las 45 aproximadamente que tiene la plaza. A nivel de distanciamiento está claro que en cualquier plaza se puede guardar más distancia de seguridad que en el interior de cualquier cafetería. Lo mismo se pueden celebrar los festejos en alguna terraza de cafetería que tenga buen aforo.
Insistiré en que las plazas de toros son espacios abiertos en su gran mayoría, al contrario que otras actividades con las que, evidentemente, nada tengo en contra. Pero no es justo el trato que recibe la Tauromaquia. Las fases no dejan de ser la excusa para maltratar a la Fiesta Nacional, que lo es por mucho que les duela a muchos reconocerle ese derecho de ser la fiesta más importante de esta Nación.
A base de tanto desfase la población está harta y quién sabe si entre tanto ministro hay alguien que sepa sumar, visto el lío de la contabilidad de fallecidos, parece que no lo hay. Siendo así, cabría la posibilidad de que a las cifras de los toros les falte un cero, 4.000 y 8.000 espectadores en las fases 2 y 3, entonces habría que borrar todo lo malo que hemos dicho de ellos.
Al margen del humor, nada es para echarse a reír. O el sector taurino, y la afición, les obliga a que adopten su comportamiento habitual, decir una cosa hoy y mañana la contraria, para cambiar ese absurdo de niveles de ocupación para las plazas de toros, o se saldrán con la suya, que no es otra que asfixiar la Tauromaquia. Ojo, pruebas ya han dado muchas de que por ahí van los tiros. La izquierda que se siente taurina podría hacer y decir algo para reconducir a los suyos, aunque Pedro Picapiedra y Pablo Mármol ya han mostrado su dureza, incluido para con los suyos.