Estamos en la época de los apretones de manos. La semana pasada fue la del sonado abrazo, ahora es tiempo de apretar las manos.
Noviembre y diciembre son meses en los que abundan esos apretones de manos, que no son otra cosa que la forma habitual con la que se sellan los nuevos apoderamientos de los toreros. Al menos eso es lo que se dice cuando se anuncian.
Serán ciertas esas buenas intenciones que sellan las partes con el clásico apretón de manos, pero también son nebulosas por las que, tras pasado un tiempo, entran dudas sobre si las intenciones fueron acertadas para ambos.
No suelen atarse con contratos porque el representante no puede comprometerse realmente a nada, como mucho a echarle ganas. De ahí que las expectativas que se crean a un lado y otro del citado apretón de manos es solamente una quimera. El tiempo, la suerte, el compromiso que se adquiere, sumado todo, puede lograrse algún milagro, pero sabemos que eso no es lo normal.
La verdad es que van nombres de un lado a otro, como pelotas de frontón, y aquél que no disfrutó de buena jugada piensa que con este otro lo logrará, mientras que el fracaso acumulado de un torero o de un apoderado, vuelve a la mesa a jugar cartas de nuevo.
Ambos, toreros y apoderados, intentan que ahora la cosa salga bien o, cuando menos, mejor que en el intento anterior. Pocos son los que habiendo sacado sobresaliente cambian de lugar.
Precisamente eso es lo que Juan Ruiz Palomares representa. Junto a Ponce ha firmado la más dilatada carrera -hablando del incombustible Ponce no es posible encontrar nadie más longevo- que se conoce de unidos para siempre.
Posiblemente sea Curro Díaz quien ha apretado la mano más fuerte
Este nombre, el de Ruiz Palomares, es quizá el más sonado de todos los anuncios que se han hecho de nuevos apoderamientos. A partir de ahora dirigirá la carrera de Curro Díaz, un torero que nunca ha logrado superar la parte intermedia del escalafón. Esa misión del lanzamiento del torero de Linares es su nuevo reto. La afición, estoy seguro, lo espera y lo desea.
Uno de los triunfadores de la temporada, Paco Ureña, deja a Simón Casas y elige a José María Garzón para esta nueva etapa de figura a respetar.
Pablo Aguado amarra a la cabeza de cartel de los Vázquez, Curro Vázquez, y lo pone al frente de su carrera. La esperanza que supone el sevillano para el toreo ha de defenderla más allá de la representación de Cayetano.
Rafaelillo reaparecerá de la mano de Marcos Sánchez Mejías y es nuestro deseo que sea fructífera la vuelta a los ruedos del murciano.
El torero venezolano Jesús Enrique Colombo pone su carrera en manos de Nacho de la Serna, esperando pueda hacer valer su último triunfo en Madrid.
Pepe Moral pone en manos de Lionel Buisson, colaborador directo de Simón Casas, sus nuevos pasos.
Muchos son los que han roto su anterior apretón de manos, y ya han apretado otra mano, mientras algunos, el más reciente es Román, buscan mano todavía para impulsar su futuro. Las manos como ven cambian de manos continuamente. Garzón dejó a Garrido y Galdós, ahora a defender a Ureña. Rafaelillo dejó a Lionel, que ahora agarra la mano de Moral… y así un suma y sigue.
Cuando menos, en estas fechas de frío, el apretón de manos ha de servir para calentárselas. Sabemos que no es esa la intención, pero la experiencia nos dice que muchas veces se queda solo en eso. Por ello, deseamos que los que ya se la han dado resulten de lo más fructíferos los éxitos en la temporada que viene.