Se celebró la primera de las corridas anunciadas en esta Feria de Otoño… y resultó un sopor.
Los toros de Puerto de San Lorenzo y el remiendo de la Ventana del Puerto, en cuarto lugar, fueron el material más adecuado, mansos y desrrazados por completo, para que la tarde se viniera abajo definitivamente.
El primero nos dio señales de ello al intentar saltar al callejón y sus hermanos no se atrevieron a intentarlo pero no les faltaron las ganas. Luego ese primero fue el único que en la faena de muleta tuvo cierto recorrido y nobleza, pero finalmente se acordó que era un manso cabal y abandonó la pelea. Los demás, todos peores que ese 1º, dieron pocas opciones a sus lidiadores, siendo el segundo el que ofreció algunas embestidas a su matador -el que por cierto casi no le mata tras dos avisos-. Lo dicho, los toros de esta ganadería salieron como casi siempre y lograron que la gente estuviera deseando irse al fútbol.
Daniel Luque manejó el capote con pulcritud en su lote y en algún quite, pero bajó el tono con la pañosa sin llegar a calentar los tendidos en ese primero citado; en el de los 650 kg. con cara anovillada, poco se pudo hacer ante la insistencia de irse a tablas del cornúpeta.
Juan Leal se queda quieto y eso le hace ganarse el respeto de los aficionados, emocionante su inicio de faena a su primero, de rodillas y en el centro del ruedo, pero puesto en pie y en disposición de torear parece que se le va el valor por la cantidad de ventajas con las que ha toreado. Por momentos pareció que estaba en una plaza de un pueblo cualquiera. Por si fuera poco falló a espadas y descabellos lo que a punto estuvo de que le devolvieran el toro al corral. En el quinto intentó de nuevo convencer a los tendidos, pero no parecía saber en qué plaza estaba.
Que Juan Ortega es un buen torero lo sabemos muchos, pero que su lote fue, siendo todos los toros mansos y deslucidos, el peor de un encierro para olvidar, ha sido la triste realidad de las esperanzas en él depositadas. Apenas algún lance de buen gusto con el capote y algún muletazo con sabor torero, pero nada más. Si acaso, a él y a sus compañeros de terna, pedirles la brevedad que los toros merecían. En pesadez empataron los tres.
La tarde, sin embargo, no iba a quedar en el olvido. Para ganar ese sitio del recuerdo apareció un subalterno cabal, un banderillero que además de mostrar muchísimo valor, nos mostró que los de plata también son toreros y como tales les gusta mostrarse con esa gallardía que solo un torero puede hacer sentir.
Antonio Chacón, que así se llama el torero de plata, no dudó, ante las dificultades que presentaba el tercero, de poner el tercer par por los adentros con el riesgo de ya saberse que hacía hilo persiguiendo a quien le clavaba los palos. Extraordinario y emocionante momento, arriesgó al máximo en el terreno en el que el toro apretaba hacia chiqueros. Gran par de exposición y habilidad posterior para librarse de la persecución alcanzando el burladero. Ahí estuvo la ovación de la tarde.
En el último volvió a ganarse los aplausos del público por su lidia con el capote. Antonio Chacón el torero y héroe de la tarde para recordar. A estas alturas del escrito espero que ya no recuerden ni el nombre de la ganadería, eso para olvidar.