Es muy gratificante poder anunciar en este titular algo tan deseado desde hace tanto tiempo.
El triunfo incontestable de Paco Ureña en Bilbao así lo pone de manifiesto, de forma tan rotunda como necesaria.
Se necesitaba gritar con esta fuerza que la expresión del toreo no es una sucesión de pases, más o menos bonitos, ejecutados de cualquier manera, muchas veces de un cursi que espanta, no, era imprescindible que la verdad, que la autenticidad, se abriera paso de esta manera tan inequívoca.
Paco Ureña ha descerrajado la puerta de Bilbao, esa que tan difícil dicen que pone Matías, simple y sencillamente toreando desde la pureza, desde la verdad, sin atajos, no haciendo del toro un instrumento de mofa ventajista, más al contrario, ofreciendo sus muslos desde el más sincero compromiso. En ese palco yo también exigiría autenticidad para conceder ambos trofeos. Esa es la diferencia, no solamente que lo pida el público de aluvión. Si al trasteo le ha faltado verdad, por mucho artificio que haya tenido, no hay premio mayor.
Dicho de otro modo, sin verdad no hay gloria, parafraseando aquella otra que decía Padilla ‘sin sufrimiento no hay gloria’. No todos torean igual, no todos adquieren el compromiso con la tauromaquia desde la sincera entrega, no todos encuentran atajos y ventajas, además de ganaderías de las que los toros llevan las orejas colgando. Las orejas hay que cortarlas desde la aptitud pero también desde la actitud. Aquella más efectiva, esta última, mucho más arriesgada y comprometida. No es baladí la diferencia.
Pero es que el propio Bilbao nos deja otros toreros con esa misma actitud, aunque con distinta suerte en los sorteos. Diego Urdiales y Emilio de Justo, ambos cortaron una oreja de las incontestables, desde la misma pureza y verdad que Ureña. No es de extrañar que el murciano le brindara un toro al riojano. Pertenecen al mismo grupo de toreros de verdad.
Una terna de verdad que, por si sola, eleva el toreo al poder. Si alguien no lo entiende se puede explicar más despacio y con más argumentos, cuando quieran y como quieran.
Urdiales, Ureña y De Justo no revolotean por la arena, ofrecen respeto al toro y a la profesión. No es casualidad que los tres hayan necesitado de tantos años para que su nombre pueda ser conocido y puedan ser contratados por plazas y ferias.
No es casualidad que los tres sean tan de verdad y hayan estado tan olvidados. El sistema, y quienes mandan en él, no podían permitir, ni deberían seguir haciéndolo, que puedan ponerse de manifiesto tan claras las diferencias entre el toreo de verdad y ese otro que de tan plastificado ha llegado a ser puro envoltorio. El contenido era, y es, lo importante, lo que ha de marcar la diferencia.
En eso no hay discusión y habría que castigar a quienes nos han ocultado durante tanto tiempo, deliberadamente, a estos toreros auténticos. Por eso hoy es un día de máxima alegría: La verdad del toreo al poder. Ellos, y no otros, han de ser la base de los carteles de las ferias de importancia. Los demás, si quieren seguir, que toreen por los pueblos.