Sevilla, su feria, ha terminado, al tiempo que ha comenzado la feria de San Isidro en Madrid.
Nos alegramos de que la tauromaquia esté viva, que viva este momento funcionando y abiertas las dos plazas más emblemáticas del orbe taurino. Pero mucho más nos alegramos de que podamos observar con qué resultados.
No es baladí lo que digo. Es más, viene a mostrar cómo han de abrirse los carteles para que entre luz y verdad. No crean que es coincidencia, es que la estructura está demasiado cerrada y no dejan entrar ni el aire.
Veamos lo que ha pasado en Sevilla. Al margen de Morante de la Puebla, dueño y señor de los aconteceres en la Maestranza, hay que anotar el gran triunfo de Manuel Escribano con los victorinos. Hasta ahí, se puede calificar de normal, pero en estos dos últimos días se ha visto lo injusto que es el que todo lo inunde el sota, caballo y rey, incluido Roca Rey.
En el albero sevillano se han consagrado dos toreros, de esos a los que gusta dejar en el olvido, intentando que se aburran o que se les olviden a los aficionados. Ha bastado `ponerlos` y ellos solos se han encargado de poner las cosas en su sitio o todo `patas arriba`. Tanto David de Miranda que abrió la puerta del Príncipe, como Pepe Moral que se quedó a poco saliendo a hombros por puerta menos principesca, eso sí con la corrida de Miura.
Pero Madrid no le ha ido a la zaga. Los nombres más destacados en estos primeros días han sido Víctor Hernández y Clemente. Si estas letras cayeran en manos de muchos de los que dicen llamarse aficionados y que acuden con frecuencia a las ferias, empezando cada año por Olivenza, no sabrían ni quienes son. Uno madrileño y otro francés, han dictado dos lecciones en el ruedo venteño difíciles de olvidar.
La verdad, la entrega, el no uso de las ventajas a las que tan acostumbrados nos tienen quienes sí son acartelados en todas partes, estos jóvenes han dejado patente que el toreo es algo muy serio y que empieza, precisamente, por no hacer trampas ni tomando ventaja alguna. Así se gana el respeto de los aficionados, aunque dudo mucho de que sean respetados por las empresas.
Esas empresas trabajan para ‘los del clavel’ y creen que con esos pueden rellenar los carteles de todas las ferias. Sin embargo, y ha quedado demostrado en dos tardes de cada feria, son otros nombres casi desconocidos quienes han elevado el listón y el respeto por la autenticidad de la Fiesta Brava.
Cómo nos alegramos. Existen otros toreros, pero nos los enconden. Esperemos que sigan apareciendo más durante San Isidro.