Y cuando se les vio aparecer resultó que eran tres y la ilusión que habían despertado se hizo realidad de golpe.
Unos y otros se daban codazos ante tal fascinación, sólo con verlos llegar, pero ni por asomo sabían cuan cargaditos de regalos llegaban.
El cielo limpio, el viento quieto, la luz iluminándolo todo y, de esa forma, se daban todas las circunstancias para que el milagro de su llegada pudiera tener la continuidad deseada.
Los colores de sus vestimentas eran variados, verde, azul purísima y negro, adornados en oro, plata y oro. Un cromático clásico, aunque único en la tarde. El resto de los colores del arco iris y de las paletas de los pintores se enseñoreaban por las distintas filas que ocupaban los asistentes.
Aunque lo pueda parecer no estoy hablando de la Epifanía, aunque mucho de ello tenga. Téngase en cuenta su significado: Manifestación, aparición o revelación. La manifestación había sido por la mañana por el día del trabajador, la aparición la ya comentada y la revelación vendría después.
Sería el día del trabajador, pero en La Maestranza de Sevilla, que es a lo que en todo momento nos referimos, hacían el paseíllo posiblemente los diestros a los que menos se les puede relacionar con el trabajo a la hora de torear. Todo había sucedido en ese albero y también lo que vendría después cuando salieran los toros.
Salieron, sí, pero no se puede decir que fueran un acontecimiento para recordar, ni siquiera que sirvieran para que los artistas nos sirvieran grandes raciones de su toreo. Pero los tres eran Magos y gracias a ello pudieron recetar pasajes que se acercaron a la magia. Sin toros, en el más amplio sentido, los tres Reyes -del capote cuando menos- hubieron de mostrar ganas y disposición para sacar agua de los pozos secos.
Tanto el rey Ortega como el rey Aguado dibujaron verónicas de esas de tempo lento, como los pasos de la Semana Santa sevillana, y lograron que los tendidos se alborotaran de gozo -también los que lo veían por la televisión- y con sus muletas esbozaron repetidamente el intento de torear bien, despacio y bonito, pero como todo lo ponían ellos y los toros nada, en nada finalmente se quedó.
El Rey M……, pongan Melchor o Morante, contienen la misma cantidad de letras, por ser el primero, o el jefe de la terna, tenía mayor compromiso o más cantidad de magia en sus muñecas, y como la veteranía es un grado, usó recursos de más alcance, de más antigüedad, como acreditan el cabello y barbas canas de Melchor.
Morante no es solo un torero, es una enciclopedia y tiene un repertorio mágico que utiliza a su antojo y también en base a la condición de sus toros. Dibujó verónicas en su primero para competir con sus compañeros y nos obsequió con lances a una mano plenos de magia, inspiración e improvisación, en su segundo. Si con Ortega y Aguado hubo alboroto, ahora era una locura colectiva la que hizo que La Maestranza se volviera un manicomio.
Con la pañosa en la mano inició por alto, cargando la suerte y llevó el toro a los medios. La magia continúo en esos terrenos, sobre todo a base de naturales, y la locura colectiva explosionó, más cuando se tiró a matar, como el que quiere rematar una obra que se ha de recordar. Contarles con más detalle lo sucedido puede llegar a aburrir. Bastará con decir que llegaron los magos y que, a pesar de los toros, hubo magia de primer nivel.
Foto: EFE